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martín zelaya

Últimas lecturas IV: cuatro buenos libros recién salidos del horno

Una selección de mini reseñas de un puñado de libros destacados por la crítica de la región en los últimos meses, y que ya se encuentran en un par de librerías de La Paz.


De la estantería de los libros recién leídos, en espera de pasar a los anaqueles ya clasificados e ingresados a la base de datos, destacan dos novelas y dos libros de cuentos, publicados todos en los últimos 12 meses en España y Argentina, con no poca repercusión entre la crítica.


Tres de estos siguen la tendencia ya consolidada de la narrativa  de los últimos años: lo fantástico, sobrenatural, el terror gótico; el restante, es también una confirmación, pero en este caso del muy singular sello de la estadounidense Lydia Davis, maestra del relato breve y el microcuento.


Todos valen la pena, pero si de recomendar se trata, vámonos con las dos novelas: una entrañable road movie de Lorrie Moore sobre dos patéticos personajes en su travesía final, y una novela multinivel de Luciano Lamberti que explora las reminiscencias de la dictadura y el submundo de rituales esotéricos y de brujería.



1

Conejo maldito, de Bora Chung (Alpha Decay, 2023)

Una familia se dedica por generaciones a fabricar objetos malditos para sellar la suerte de quienes los posean. El fantasma del abuelo se le sigue apareciendo a la nieta para recordarle que su destino estará ligado al de las víctimas de su arte.


Una mujer descubre un día que sus heces y todo lo que arroja al inodoro conforman un ser con vida que la llama “mamá”.


Tras sufrir un accidente, una mujer despierta en la total oscuridad y no recuerda nada. Cuando una supuesta conocida la rescata, poco a poco se interna en un bucle de confusión y terror. No se sabe –no sabe ella– si se sueña, delira y cuál de las experiencias es real y cuál no.


Estos tres relatos, los primeros, son los mejores del libro de Bora Chung. El cuarto, “La regla”, no es nada malo: su periodo le dura cada vez más y el médico le dice que tome anticonceptivos por tres meses, pero los toma por seis y experimenta un “embarazo sin fertilizar”. Para completar la gestación, debe hallar un padre, pero nadie está dispuesto.


El libro de la surcoreana está atravesado por idiosincrasia y tradiciones y el eje temáticos son los tabúes y supersticiones de índole sexual y escatológica. El verdadero terror –deja traslucir– está en uno mismo, en las creencias que esclavizan, en los traumas, pudores y prejuicios; en los miedos irracionales.


A medida que se avanza en los 10 relatos, el nivel baja a veces a un nivel preocupante: hay un par de leyendas orales muy débilmente plasmadas.  



2

Para hechizar a un cazador, de Luciano Lamberti (Alfaguara, 2024)

Julia, que fue una de las bebés robadas en la dictadura argentina, conoce en su treintena a su abuela Griselda, quien poco después la secuestra.


Griselda dirige ceremonias esotéricas de sacrificio.


Braulio, esposo de Griselda, es un rico médico y hacendado que comulga con la dictadura.

Luis, hijo de ambos, padre de Julia, es el típico niño rico que en la adolescencia reniega de su clase. El giro está en que esta no es una actitud pasajera; Luis no sienta cabeza y se une a los montoneros, hasta que la dictadura lo desaparece junto a Alicia, su mujer embarazada.


Luciano Lamberti triunfa –y por eso este libro ganó el Premio Clarín de Novela– en el diseño fragmentado y desordenado de épocas (entre los 70 y los 2000) y tiempos narrativos; en los saltos de voz, protagonismo y personajes. Narrada(s) con registros distintos, la(s) historia(s) llega(n) mejor y con más fuerza.


Aunque se intuyen desde la portada, recién casi a media novela aparece lo sobrenatural y, a cuentagotas, “el cazador”. En un panorama regional dominado por la tendencia a lo distópico y fantástico, o el terror gótico, se agradece esta estrategia: un esfuerzo que le da un plus distintivo.


No conviene adelantar mucho más: una bruja enseñó a Griselda a “llamar al cazador”, un espectro que exige sacrificios a cambio de favores. Griselda le pasa la posta a Julia a quien no le queda más  que encargarse de cerrar el círculo: cazar al cazador.


Una muestra del tono:


El olor era sencillamente insoportable. Le pegó en la nariz y en la boca como algo palpable, como sustancia espesa que la tiraba hacia atrás. Como si más que un olor fuera un recuerdo atávico de la especie, la razón por la que los primeros monos decidieron enterrar a sus muertos allá en el amanecer de la conciencia. Que los muertos entierren a sus muertos. (380)



3

Si este no es mi hogar, no tengo hogar, de Lorrie Moore (Seix Barral, 2024)

El título es lo más desafortunado de la nueva novela de Lorrie Moore. Casi lo único.


Finn es maestro de secundaria y, por si no fuera poco, un perdedor rematado. Está por quedarse sin ese miserable empleo por reincidir en su obsesión de llenar la cabeza de sus alumnos con teorías conspiranoicas. Encima de todo, mientras visita en el hospital a su hermano moribundo, se entera de que Lily, su mujer a la que no ve en casi un año (desde que lo dejó por otro), finalmente cumple su promesa de suicidarse.


Lo que viene es una divertidísima road movie: Finn y Lily metidos en un auto conversando, callando y recordando. ¿O solo Finn...?


Moore tiene un insuperable y fino humor negro, y su agudeza se traduce además en demoledoras epifanías y verdades que parecen halladas casi al azar.


–¿Estamos en una película de zombies? –preguntó ella un poco triste.

–No… Las suscripciones siempre están renovadas en esas películas.

–¿Una comedia romántica?

–Quizá.

–A lo mejor es un documental. Un documental tierno. Con algo de thriller.

Un poco más adelante, giraría a la derecha por el lazo desenrollado de una carretera secundaria. Serían unos prófugos.

–Un western con atraco. Una fuga de una cárcel.

Es una novela sobre el fracaso: el fracaso cómico del loser tierno y bonachón, pero también el trágico de quienes no pueden asumir la vida y la transitan angustiosamente en busca de la salida. Una novela, entonces, sobre la fuga: del dolor, de la depresión, pero, fundamentalmente, de uno mismo.

         –¿Pretendes decirme que eres un experimento mental?

–Ay, Finn. Eso lo has sabido siempre. –Una vez más, como un árbol zarandeado por el viento, sus palabras eran los golpes de manzanas que caían al suelo–. ¿Pensaste que me había olvidado de ti? –preguntó ella. (124)



4

Esa gente que no conocemos, de Lydia Davis (Eterna Cadencia, 2024)

Lydia Davis escribe sobre escenas cotidianas desde el extrañamiento: le saca lo interesante a lo común y ordinario. Ve y absorbe lo que pocos.


Con algunos cuentos de hasta una decenas de páginas (hay dos o tres más largos) repartidos entre decenas de microrrelatos de uno, dos o tres párrafos, este libro es una gran opción para leer en viajes, o, mejor aún, como alternativa paralela de una novela densa o un libro de ensayos.


Escribe sobre lo que su padre quiere y casi no puede decirle, sobre cómo está su relación con sus amigas de hace décadas, sobre una tarde cualquiera de una traductora. Transcribe una breve charla casual oída en una fiesta ruidosa, describe lo que hace un hombre, al que ve desde lejos, con un celular. Escribe sobre la rutina de los ancianos de su pueblo, las inseguridades de una mujer de 55 años y sobre esa gente que ve a menudo pero no conoce.


Pocos como ella para describir el acto de vivir, de ser, de estar. Tiene una gran capacidad de observación y registro. Más que cuentos, estos son pedazos de vida y tiempo encapsulados en la mirada-mente-pluma de la autora.


Caruso

De niño, solía preguntarse por qué su padre lloraba ahí sentado mientras escuchaba un vinilo del cantante Enrico Caruso.

Con el tiempo, ya de adulto, empezó a sentarse ahí con su padre, a escuchar a Caruso y llorar. (245)

 

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