El artista, poeta y gestor cultural orureño envía desde Italia la primera crónica de su experiencia en uno de los mayores eventos mundiales del arte contemporáneo.
Tengo la fortuna de vivir cerca de Venecia, en Italia, y eso me permite la posibilidad de visitar uno de los eventos más grandes de arte contemporáneo del mundo: la Bienal de Arte de Venecia, muy elogiada por unos y a la que no le faltan los críticos que señalan su decadencia y eurocentrismo. En sus 127 años de vida (se creó en 1895) y bajo el paraguas institucional de la fundación del mismo nombre, ha incorporado a los también altamente prestigiosos festivales de cine, música, danza, arquitectura, teatro y, desde este año, al Colegio de Arte de la Bienal, destinado a la formación de jóvenes en arte contemporáneo.
Yo tuve la posibilidad de ir en 2019, poco antes de la pandemia, pero no me alcanzó el tiempo para ver todo con calma. Es tan grande que es imposible abarcarlo todo sin andar al trote en los espacios destinados para las muestras, tanto de artistas como de países. Para tener una idea espacial, debe abarcar como 30 o 40 infraestructuras como las del Proyecto Martadero de Cochabamba o más. Los espacios principales son el Arsenal (una enorme edificación que albergaba los astilleros de Venecia) y el Giardino, un espacio donde están principalmente los pabellones nacionales y un pabellón central de grandes dimensiones. Aparte existen muchas iniciativas de organizaciones e instituciones culturales del mundo que se suman a la Bienal, por lo que prácticamente abarca toda la ciudad.
Un tema importante a tomar en cuenta de la Bienal es su espíritu vanguardista. Esto se debe a que para cada edición buscan un concepto, una idea central que funcione como un aglutinante y un detonador al mismo tiempo, que esté en conexión con los procesos y preocupaciones globales. Este año lleva el eslogan de “La leche de los sueños” (“Il latte dei sogni”), inspirado en el libro y en las ilustraciones de la escritora y pintora inglesa Leonora Carrington (1917-2011), que vivió casi toda su vida en México, muy reconocida por su pintura surrealista. En sus obras, los personajes son seres híbridos como en un proceso de simbiosis, por lo que esa idea de hibridación, de proceso de cambio de identidad, alimenta la propuesta conceptual de la Bienal. Esta idea está en íntima relación con los movimientos feministas y la emergencia de las nuevas identidades sexuales, el impacto del hombre en la naturaleza con el cambio climático, así como la relación cada vez más intensa del hombre con la tecnología.
“Este año la Bienal de Venecia lleva el eslogan de La leche de los sueños, inspirado en el libro y en las ilustraciones de la escritora y pintora inglesa Leonora Carrington"
Obviamente, buena parte de las obras seleccionadas de los artistas o las que proponen los países intentan sumarse al concepto desde una gran diversidad de sentires y visiones. Algunos, a mi criterio, lo logran; en otros hay que rebuscar cuál es la relación con el concepto y ello no siempre es posible, aunque tengan un cartel que lo explique.
La cantidad de propuestas artísticas que trae la Bienal es inmensa: desde pinturas figurativas, esculturas, tapices, fotografías, multimedia, grandes (y pequeños) montajes e instalaciones… por lo que te preguntas: ¿dónde están las fronteras del “arte contemporáneo”? Personalmente, creo que desde Duchamp el arte contemporáneo simplemente no tiene fronteras, no tiene parámetros estéticos claramente definidos (como el arte clásico, incluso el figurativo) aunque sí tiene mucha carga conceptual. Pero, así como hay trabajos (para mi gusto) magníficos, los hay también otros que te dejan en un limbo de dudas. No falta la ocasión de cuestionarse: ¿es esto “arte”? La verdad es que no hay respuestas; simplemente te gusta, no te gusta, te asombra, te inquieta o te es indiferente.
En todo caso, todo remite una y otra vez a la inmensidad de la Bienal de Arte de Venecia, algo difícil de describir ya que, como señalé, se encuentra hasta en pequeños parques o lugares de paso, pero principalmente en sus dos espacios centrales: El Arsenal y el Giardino. De yapa, como la ciudad es un laberinto, está llena de sorpresas. Una gran mayoría de los visitantes quedan agotados.
De lo que se habla poco es del presupuesto de la Bienal de Arte. La información oficial corresponde al presupuesto de la fundación de la Bienal que incluye la gestión de todos los eventos además del de arte: cine, música, teatro, danza, arquitectura y el último, el Colegio de la Bienal. Se habla un presupuesto de 42 millones de euros que incluye aportes del Ministerio de Cultura (que debe ser importante), la prefectura del Veneto, la alcaldía de Venecia, empresas privadas italianas y corporaciones internacionales, como Swatch y otras.
Pero este inmenso presupuesto se alivia con la venta de entradas que, según información periodística, logra cubrir hasta un 60 %. Eso le permite al Estado realizar mayores inversiones en infraestructura y otros, ya que es totalmente sostenible. En 2020 el Ministerio de Cultura ha destinado 20 millones de euros para recuperar y mejorar infraestructura de la Bienal, especialmente toda la zona del Arsenal, donde se encontraban los antiguos astilleros de la República de Venecia.
Esto sucede porque el Estado italiano, constitucionalmente y por tradición, considera la cultura y el arte como “bien esencial”, y tiene una larga tradición de impulso y apoyo a las iniciativas culturales con grandes resultados. Obviamente tiene sus sombras, pero para la Bienal de Venecia no se ahorran nada ya que los réditos económicos son enormes, y más aún si sumamos otros de carácter cualitativo. Puede tener todos los denostadores que tenga, pero es innegable que este evento es prioritario para Italia (y para Europa) porque ha logrado un alto grado de sostenibilidad y un gran prestigio mundial, manteniéndose en la vanguardia que define a Venecia como una capital permanente de arte y cultura.
Por lo extenso de la muestra, la mayoría de los visitantes tienen pocos minutos para ver una obra con cierto detenimiento (el ticket permite visitar los dos espacios principales en dos días diferentes). Por un lado, la experiencia podría ser satisfactoria; por otro lado, podría dar la sensación de participar de un gran bufete que te llena hasta el aturdimiento después del cual, salvo algunos sabores inolvidables, queda finalmente una sensación de sobresaturación o vacío.
En todo caso, la Bienal de Arte de Venecia es una sobredosis de arte contemporáneo que aún sobrecargada vale la pena ver, porque se ve también mundo, diversidad, artistas y creadores magníficos, y otros para cuestionarse, claro. Es un evento que tiene muchas aristas para desarrollar, pero en esta primera crónica la idea era dar una mirada panorámica y nada más. En próximas entregas me sumergiré un poco más en la experiencia misma. De todas formas, pueden encontrar más información visual en mis videos que están en Youtube. Ya van dos. Pronto saldrá el tercero.
“El Estado italiano, constitucionalmente y por tradición, considera la cultura y el arte como “bien esencial”, y tiene una larga tradición de impulso y apoyo a las iniciativas culturales con grandes resultados.”
Mira los videos de René Antezana Juárez en YouTube:
Video 1
Video 2
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