En La Trini también damos espacio a la poesía joven. Aquí una muestra de cuatro poemas inéditos de Daniela Zambrana Luján.
Oscuro interior
Las plegarias
nunca mencionadas durante los almuerzos,
hoy cubren lapidas arrugadas por la lluvia.
Mi madre
tendida en el césped
espera la primavera.
Quizá dentro de unos años
mis propios hijos
repitan su nombre.
Mientras tanto,
al abrigo de los árboles
jugarán a la ruleta,
mirarán el cielo
y repetirán
una y otra vez,
mi único nombre.
Y toda madre es fuego,
rescoldo de un pasado
que se hace frontera.
Todo en el mundo
es una quimera.
Andrajos de viejas fotos
metidas en el desván junto a la ropa sucia.
Pero con los años
la angustia del tiempo
se volverá un color
que a fuerza de escritura
quedará difuminado en el mar.
Allí iremos nosotros
buscando respuestas primeras.
Y no habrá sol de media noche
ni estrella fugaz
aunque sí, comida congelada
y faros en la niebla.
Un eco de primavera nos despertará
iniciaremos con velas en las manos,
la ronda del camino.
Así que en mitad de habitaciones destempladas
no hay motivo para llantos
ni gritos ahogados por la ternura,
sólo una sintaxis que se conjuga
mientras un cuerpo se dilata
bajo la lluvia.
Los gusanos harán lo suyo
y flores nuevas emergerán
como cicatrices
que recuerdan la limpia felicidad.
Y así, finalmente, con la noche de septiembre
descorreremos los velos,
los perros aullarán
y quizá
con alcohol y porcelana
aparecerá el resplandor.
Junio
El cuerpo es el primer deterioro,
la pulsación del mar alimenta el silencio,
no hay palabras ni susurros,
es un tiempo de verano y oleajes turbios
allá a lo lejos, las algas se incrustan en las rocas.
Mi mirada se pierde entre los cuadernos de navegación,
pero en noches como esta, la luna
parece solamente observar nuestro andar.
Puedo recordar tu piel,
el ansia de tus labios, la palpitante sensación de tu pecho,
pero todo se hace humo;
lo que me queda de ti:
prendas guardadas en el desván
y el aroma de tu perfume que no termina de evaporarse de las colchas del invierno,
guardadas con la sensación de que algún día volverás;
cuando así lo hagas podremos descorchar el vino y celebrar
como antes de aquella navidad.
Saldremos a caminar,
recogeremos corales para nuestra colección,
y mientras más nos adentremos en la costa
más olvidaremos que tras de nosotros queda el faro,
que pierde en su única luz,
la esperanza de ir más allá
de todo dolor,
de toda oscuridad.
Pueyrredón
Las manos que dibujan el fuego
no saben de número primos,
y mientras más alto está el cielo
la cumbre oculta el sol.
La llanura envuelta en relinchos
mi piel acalorada
el río que murmulla
todas esas meditadas cosas
son las que nombro para decirte adiós.
Pronto vendrán las lluvias
y con ellas la torrentera se llenará de recuerdos.
Será el tiempo de arrojar tus fotografías al vacío.
Hoy solo tomo el vino.
Navegar
Una estación polar
es el recuerdo del viaje,
encontraremos las palabras
para romper a llorar.
Vomitar el tedio del amor,
mirar en el espejo
y borrar con el puño
todo aquello que es nombre y pecado.
En el huracán, mi amor
suspendido en el azar
ciego y recurrente
que tiene nombre propio.
Así que dame tu mano
mira el horizonte
clava en las estrellas
todos los hijos del porvenir
y regresa a la gran ciudad
para decirle al futuro
que entre el mar anida el furor.
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