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fernanda verdesoto

Un año menos: teatro en Bolivia en 2022

Partiendo por el FITAZ como experiencia medular, la autora traza un conciso balance sobre el año teatral boliviano.


Desde el fin del confinamiento y el cierre de los teatros, poco a poco la actividad teatral en Bolivia fue reactivándose y cada vez se presentan más producciones. Hubo estrenos, reposiciones, giras y lanzamientos que no podemos dejar de reconocer y celebrar durante este año que todavía nos tiene con la resaca de la clausura.


Es importante iniciar esta breve memoria 2022 remarcando en la restauración del FITAZ, festival que nos fue violentamente arrebatado por la pandemia en 2020, y, después de mucho tiempo de espera, volvió a rebalsar las tablas y taquillas de diferentes espacios de la ciudad de La Paz. Fue un momento de redescubrir nuestra pasión por volver a salir, por volver al teatro, por reencontrarnos como espectadores y como artistas. Fueron varios días de recordar grandes obras estrenadas un poco antes, o verlas por primera vez si nos las habíamos perdido. Fue también un gran espacio para –como viejos sometidos en el cinismo– disfrutar del teatro infantil o del teatro callejero. Fue el espacio donde pudimos encontrar el teatro en otras dimensiones, como en exposiciones fotográficas y desfiles de moda. Todo esto nos hizo redescubrir la maravilla de ser espectador, por lo que el Festival Internacional de Teatro de La Paz (FITAZ) es el gran hito teatral de 2022.


Pero, además, hubo estrenos de nuevas obras y, en algunos casos, en nuevos espacios. Se estrenó Palmasola (escrita por Carolin Hochleichter y Jhonnatan Torrez, dirigida por Christoph Frick), puesta en escena boliviano-Suiza, que representa una especie de documental escénico sobre la cárcel cruceña de Palmasola; un espectáculo pensado para que el espectador sea casi tan activo como los actores. También se estrenaron algunas obras interesantes y diferentes como Mamá Cumbia (dirección: Katherine Cisternas), que seguramente fue una de las obras con más asistencia del año; Inmerso y rojo todavía dulce (La Compañía Impresentable), un buen experimento sonoro en lo teatral; y Basura (El Altoteatro) que profundiza sobre los tantos significados que le hemos dado a todo lo que se considera inservible en la sociedad.


Una gran propuesta fue la obra Pacífico (Teatro Feroz), una puesta en escena que, en línea con su directora, Samadi Valcárcel, fusiona de manera muy efectiva lo escénico y lo audiovisual para representar acertadamente los conflictos de la masculinidad en Bolivia y el eterno fantasma del mar. Poco después se estrenó la súper producción de La noche del viernes (dirección: Freddy Chipana) que finalmente pudo poner en escena la obra de Jaime Saenz y permitió al público experimentar una obra compleja y muy textual.


Pero el teatro se vivió en diferentes dimensiones. Este año fue muy bueno en torno a la difusión y a los viajes escénicos bolivianos. Wajatacha (El Búnker) dio la vuelta al país en 47 días, pasando por teatros alejados del eje central en ciudades como Oruro, Potosí y Sucre. Este también fue el año en el que Teatro Grito estuvo de viaje por Argentina en la residencia guiada por Eugenio Barba y Julia Varley, gracias a la que pudieron presentar Viaje al corazón de la madre Tierra en diferentes localidades.

Finalmente, este fue un año para recordar. El 12 de noviembre se presentó en La Paz Adentro, libro póstumo con las obras teatrales de María Teresa Dal Pero. Perdimos a Tere en marzo de 2021, y, más de un año después, la seguimos recordando como aquella persona que revolucionó las artes escénicas en Bolivia. Si bien ya no la tenemos presente, si bien ya su voz no retumba como solía hacerlo, en este 2022 constatamos que su memoria persistirá a través de sus escritos, a través de las voces de los que la aman tanto, con sus canciones y con sus palabras, que nunca mueren.


Por lo demás, 2022 fue también –y una vez más– un año de recuperación y de transición. ¿Hasta cuándo? No lo sabremos. Sin embargo, el teatro en todos sus niveles se sigue levantando, como sea, porque no queda otra. Hay que seguir explorando para el año que viene. Hallar nuevas maneras de resistir y de encontrar teatro este nuevo 2023.


Collage digital de Karen Brigido

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