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christian j. kanahuaty

Un adiós y un hola para Antonio Skármeta

El pasado 15 de octubre ha fallecido el escritor chileno Antonio Skármeta, prolífico autor de narrativa, guionista de cine y divulgador de la literatura en recordados programas televisivos. Aquí un texto que celebra su trabajo y legado.


Todos recordamos los programas sobre literatura que daban por la televisión y que enseñaban además de los libros del autor, los lugares por donde había transcurrido aquella existencia que, entre ideal, atormentada y rigurosa, había sido artífice de sus posteriores creaciones en papel. Los sitios, paisajes y geografías constituyen el universo sensorial de todo artista, y en el caso de ciertos escritores lo son aún más por el simple hecho de que todo lo que han registrado con la mirada lo llevan al terreno del lenguaje para que no se pierda entre el olvido de los tiempos que cambian sin cesar.

 

El trabajo de Antonio Skármeta en esa vena comunicacional fue fundamental para al menos, un par de generaciones: su contemporánea y la siguiente.

 

Trabajaba el registro audiovisual como si este fuera un ensayo sobre el cual podía insertar a placer, imágenes y sonidos. Por ello hay secuencias que se quedan grabadas para siempre, como aquella en la que él está sentado junto a una mesa redonda de metal y a su lado, una estatua de Fernando Pessoa, también de negro metal, lo acompaña en silencio. Lisboa fue un escenario que hicieron suyos muchos escritores y muchos divulgadores de lo estético, y entre los más notables están por un lado Fernando Savater y por el otro, Antonio Skármeta.

 

Pero la ventaja de Skármeta es que además de ser un apasionado lector de Pessoa, no deseaba elevar al escritor de El libro del desasosiego a la categoría de inalcanzable. Lo que él hacía era involucrarte en la trama del hacer literario del autor que decidía presentar en cada episodio, y lo hacía como quien presenta a un viejo amigo en una cena donde todos terminan por conocerse y contando anécdotas de amigos en común.

Skármeta ha muerto. La mirada risueña se pierde para siempre en el horizonte de las minas de cobre de Antofagasta en las cuales pasó su infancia. Y se añora la juventud desde las calles de Berlín en las que hizo buena parte de su labor como guionista de películas y de radio teatro. Pasó por los Estados Unidos para realizar estudios en literatura y visitó en alguna oportunidad Bolivia. Pero lo que quedan es su voz plasmada en los libros que entregó periódicamente a las editoriales que tuvieron el gusto de cobijarlo.

 

Ahora que no está desde este 15 de octubre, vale la pena decir que nació el 7 de noviembre de 1940. Y quizá todos lo recuerden por la novela El baile de la Victoria que fue llevada al cine por el maravilloso, y siempre a contracorriente, Fernando Trueba y que lleva en su interior la, por momentos, contenida actuación de Ricardo Darín en el papel protagónico.  

 

Pero muchos más saben de él por la película italiana El cartero de Neruda [N.d.E.: Il Postino o El Cartero]que nace como adaptación de otra de sus novelas que tuvo que adoptar el título de la película para ser reconocida entre los lectores que necesitaban hacerse con el libro tras ver la cinta. Pero lo cierto es que la novela nació con el sugerente nombre de Ardiente paciencia que es más fiel al espíritu de la película y del libro que la simpleza retórica que significó El cartero de Neruda como título comercial.


Pero más allá de las simplificaciones necesarias en la vida de todo autor, el legado de la prosa de Skármeta se mide al constituir el lado B irreprochable de una narrativa chilena que siempre colocó otros nombres en la palestra. Y es que Skármeta parecía muy buenito y muy risueño como para competir con los poetas o los novelistas que se sacaban la pelambre sin ningún miedo y en todo momento. Skármeta hizo bien en deambular por Alemania, Italia y España. Quedándose en Chile quizá hubiera agarrado el mismo tono lúgubre que hizo suyo José Donoso. Ambos crearon en su momento talleres literarios y dieron vida a registros vitales de contenido altamente autobiográfico. Por un lado, Donoso, rellenando sendos cuadernos que ahora han tomado la forma de “diarios” [N.d.E.: Diarios Centrales, 2023] y en el caso de Skármeta, en su forma de indagar su patria y su identidad al interior de aquel territorio fue el teatro.

 

Una forma de ingresar al cine más contemporáneo fue la película NO, que seguro se recordará por la imponente actuación de Gael García Bernal, y cuya dirección estuvo a cargo de Pablo Larraín y que sí, una vez más también está basada en un escrito de Skármeta, una obra de teatro llamada El plebiscito. Aquí el título de Skármeta es explícito a más no poder, mientras que NO es más sugestivo y juega con todas las contradicciones y clausuras que se hacen altamente patentes en el film.

 

Por lo visto hasta el momento, entonces, ahora nos toca despedir a un escritor que deambuló por todos los terrenos de la creación, salvo quizá la pintura. Escribió y dirigió obras teatrales, escribió libros de cuentos y guiones cinematográficos, escribió novelas que se convirtieron en películas y dirigió revistas literarias y condujo programas culturales para la televisión.

 

Y entre tantas cosas, también se dio el tiempo para dar clases en la Universidad de Chile y organizar talleres literarios. No es que ahora nos toque decir adiós a un creador que hizo de la palabra una forma de vida; al contrario, nos nutre la posibilidad de ir a su encuentro con todo el tiempo del mundo. Porque al final, los que mueren sólo mueren en carne, su esencia transita por lo que nos dejó como legado. Señal del camino entonces para los que aún tenemos mucho para leer de él y para los que quizás ahora sí se animen a leerlo con la pasión que implica dar la bienvenida a un posible nuevo amor.



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