Una inmersión en Tres Tragos (2024) el segundo álbum del cantautor sucrense Xavier Valverde, radicado en Oslo, Noruega. El amor, la migración, y la canción en estado puro.
Reencontrarnos más allá del horizonte, es de muchas maneras, la sensación que produce el escuchar Tres tragos (2024), el último álbum del “Chino”, alias, Xavier Valverde, como lo llaman fuera de nuestros barrios sucrenses, especialmente en la lejana Noruega, donde este cantautor chuquisaqueño reside desde hace ya tantos años. Eso sí, sin dejar de habitar nuestras tierras con sus sentidos, siendo el uno y el otro a la vez, aquel que está y no está, que vuelve sobre sí, como lo refleja su arte, fundado en la canción latinoamericana, pero que es indisociable de la contracultura del mundo nórdico contemporáneo, donde resuenan claramente los aires musicales subalternos de nuestro acervo latinoamericano, entre otros, siendo resignificados como una representación política de la diversidad, un fenómeno histórico, social y cultural, del que Valverde forma parte.
De ahí, que para empezar, al reencontrarnos más allá del horizonte, con lo cual caracterizamos la sensibilidad que despierta Tres tragos, sea de alguna forma, el hallarnos en el mundo para ejercer esa libertad a que estamos condenados, como lo hacen aquellos seres etéreos cuyas voces inspiran sus canciones, donde la musicalidad también se hace cargo de su lugar en el mundo, reinterpretando los sentidos convencionalmente asociados a la tradición, algo que se observa claramente en las sonoridades de cumbia y música ranchera apreciables en los temas “Infamia” o “Yo”, que remiten a formas musicales propias del acervo latinoamericano; mientras que en la canción casi jazzística “Naranjita”, encontramos un guiño a “Manzanita” de nuestra gran Chavela, solo identificable por la relación de las palabras con que ambas piezas se titulan, planteando otro modo de recuperar la tradición.
Xavier siempre vuelve a la tradición para desprenderse de ella a su manera, de ahí que en sus canciones predomine la heterogeneidad de la música popular latinoamericana, pero problematizando sus alcances, abordando, desde la dura vida del inmigrante trabajador de la calle en las ciudades -y su esperanza de volver a su campo- hasta los deseos azarosos más vulgares de una noche en la metrópoli, los cuales florecen en la barra de un bar cualquiera, luego de Tres tragos.
Escenarios inconexos que se retratan en las piezas “Cuando vuelva” o “Bésame nomás”, en las cuales esperanza y desesperanza se confunden en las representaciones musicales, quizás apelando a la ambigüedad que caracteriza la función poética del lenguaje.
Pero el reencuentro del que hablamos, ese hallarnos en el mundo para ejercer nuestra libertad que vemos evocarse en este disco, se plasma de forma más evidente en las letras de sus canciones, cuyos sentidos confluyen, por una parte, en la idea de extraviarse en las ilusiones que nos antojamos dibujarse al atisbar el horizonte donde el día se disuelve en la noche, (ese momento cuando la oscuridad inunda el mundo y hace brillar la fascinante inmensidad del universo, esa que constantemente nos llama sin decir a donde nos lleva, pero nunca deja de acercarnos al cielo hasta perdernos en su misterio; ese entresijo velado por la desolación que sufren las fantasías del desvelo, cuando las noches que siempre son la misma, se funden con un nuevo día, dando testimonio de como el tiempo incesantemente se dirige al horizonte, y es la amalgama que hace posible lo posible en ese tramo, sin lugar a reclamos); y, por otra parte, los Tres tragos, que nombran al álbum, (y es el título de su primera canción), la cual plantea una denuncia política, donde el sujeto de enunciación no parece encomendarse a las ilusiones del horizonte. Es este es el giro poético más brillante del álbum, ya que en esta letra se interpela a un sistema autoritario para revelar la muerte del futuro, es decir, aquel horizonte donde todo es imposible, una situación complementada por el tema final, “Ven al mar”, donde el cantante llama a ahogarse en la complacencia de no pensar en el mañana perdido.
No uno, ni dos, si no tres tragos, al final no importa cuántos, todas son libaciones de realidad…
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