Reproducimos un texto de presentación del disco La hora del asombro del compositor Juan Andrés Palacios, recientemente lanzado en plataformas digitales.
Rodolfo Laruta es un alter ego con responsabilidades. Se trata de una entidad ambiciosa y multifuente que se ha propuesto indagar con profundidad y valentía en el oficio de la composición y los arreglos musicales. Estamos ante una música que es moderna y simultáneamente dialoga con una tradición que nos es forastera en el contexto de la música llamada boliviana, que es un territorio donde el futuro nos visita de vez en cuando, aunque no con tanta insistencia como el pasado ni como los alienígenas que en realidad están más adentro que afuera. En un país con una permanente crisis de identidad, Laruta nos trae más crisis, pero de la buena y con big band y letras inquietantes y toda la cosa. Es un desafío que se agradece.
La música que se propone desde La hora del asombro excede las clasificaciones de jazz, contemporáneo, clásico, rock progresivo o canción porque se nutre de todas esas músicas, así como las elude –en su estricta formalidad– y las meje en un cóctel que embriaga sin adormecer. Suceden cosas, pues. Cuerdas tensadas, bronces bruñidos, voces que dan la cara y platillos voladores. Y el asombro ocurre en dos direcciones: el músico se asombra de todo el universo caudaloso con el que tiene que trabajar (por ello este álbum demoró tanto y ostenta el récord Guinness del lanzamiento más largo del mundo) y nos asombramos nosotros con todo ese planeta de sonidos por escuchar, por la experiencia de esa música que es a la vez locomoción densa y agua que translumina.
Y la atenta y exclusiva escucha, experiencia que respecto a la música ha pasado a un segundo plano en la era del multitasking que nos tiene a todos haciendo muchas cosas al mismo tiempo, todas mal, es algo que La hora del asombro demanda. O, al menos, provoca desde su alta calidad musical y vocación propositiva. Y porque algo está ocurriendo:
Hay partes cantadas transparentes que entonan cada sílaba despaciosamente, como compuestas desde la materialidad sonora de la palabra más allá de su mero significado, lo que a su vez “decompone” el lenguaje articulado. La música es también palabra que vibra.
Percibimos desplazamientos de secciones de instrumentos en distintas direcciones, a veces como breves chispas, a veces como fuegos artificiales de fiesta de pueblo siempre. La música es movimiento.
Palpitamos peludas polirritmias y otros diagnósticos para cuya segunda opinión tendrán que recurrir a un especialista, en fin: la música es oscilación.
Juan Andrés Palacios nos ofrece, en cinco piezas musicales, que son obras o canciones o suites, (un poquito de esto, un poquito de aquello) “todas las posibilidades” de su arsenal creativo. Es serio y es lúdico, es virtuoso y es llevadero, es y no es porque a veces –el artista antes conocido como Laruta– insiste en no existir. Lo que sí, este álbum es necesario, como el testimonio de un trabajo que puede ufanarse de minuciosidad en su concepción, proceso de producción y ejecución.
En el muchas veces ingrato ámbito del arte, cuando uno no publica o “saca” algo al mundo con cierta regularidad, esas obras pesan, en ocasiones hasta enquistarse y producirle daño a su portador. Por eso saludo doblemente la salida de este disco y le deseo larga vida. Ya tiene su lugar en el mundo. De aquí en más podemos esperar grandes cosas de su autor. Pero La hora del asombro ya ha cumplido su premisa de sentar una ética de trabajo esforzado, un apetito artístico y de irradiar una nueva luz para nuestra música. Y ahora vendrá algo nuevo porque hay cosas en este mundo que no se repiten jamás.
Escucha, descarga y compra La hora del asombro aquí: https://juanandrespalacios.bandcamp.com/album/la-hora-del-asombro
Ilustración de tapa: Santiago Contreras / Diseño gráfico: Pablo Benavides
Comments