La poeta española Nuria Ruiz de Viñaspre acaba de obtener el Premio José de Espronceda en su país natal. Unos meses atrás, mientras visitaba la Feria Internacional del Libro de El Alto, ofreció una entrevista para La Trini. Hoy entregamos esta selección de poemas y unas reflexiones de la autora sobre sus lecturas.
Tablas de carnicero
Saben que van a morir
devoradas por otras bocas
pero no por ello apartan su mirada melancólica
cuando observan embobadas pasar un tren
que parte en dos el Mundo bajo una lluvia lenta
¡qué melancólica es la mirada
de una vaca que no huye!
se parece tanto a la de un niño…
(Luces de Gálibo Editorial, España)
El pez místico
SOY un pensador
soy un pensador sin sesos
un pez-puta sin sexo
un pez-combate
una arruga sin mapa
un atlántico necio
una lavadora exaltada
un pez con traje limpio
un estrecho de mar en el barro
soy al fin el endoesqueleto de un lucio
una carpa sin techo que canta al hueso
un descerebrado que ha perdido el olor
(Olifante Ediciones, España)
Las abuelas ciegas
Piensa un árbol un pájaro una pena
piensa niebla pájaro que teje tejados en invierno
imposible salvar el error buscando el poema
La memoria es una alcantarilla
el ingenio ciego
Un calabobos despista el sentido
y desmenuza el orden de tu mano
Al lado una anciana saciada
de memoria estalla
El viento —no de nadie no de todos—
alarga hasta tu mano su morir
Un hijo pródigo atraviesa la frontera
del no con su recuerdo
minutos después el poema
—que es el pájaro— entra en casa
le enseña la pena en una escultura de madera
el vértigo del huerto
negro huerto ofrecido en usufructo al caminante
el Alzheimer de la madre diseñando idiomas propios
—su madre—
madriguera y pena repartida en cuatro hermanos
En la mesa están sus manos con vistas a la nada
en el suelo están sus pies
dibujando un fino círculo de aire o de agua
un hablar enredado en palabras cerradas
árbol pájaro pena
imposible no perder la memoria
no perder la memoria
perder la memoria
perder la
la
su alegría se enroscaba
cuando decía Memoria decía
Lápiz y el poema entendía lápiz
Es el tiempo del lápiz y lo frágil
Aquella mañana buscando poemas
el lápiz se rebeló
—ninguna pena detendrá el pájaro ni el árbol
Ahora después aquí
¿para qué buscar cuando el poema es corpóreo?
Ejercicio
de caiga los Lenguaje
llevad mi voz espigas
Llevadlo se viento palabras
aunque sueños ese mismo viento
donde por las de recuerdos quería
Querido cerebro al viejo solo custodiar
al memoria un yo de patio con nubes y árboles
donde escarbados quería por hormigas
Resultado
Lenguaje de los sueños
llevad mi voz al viento
¡Llevadlo!
aunque se caiga ese mismo viento
por las espigas de la memoria
Querido cerebro viejo
yo solo quería un patio con nubes palabras
y árboles donde custodiar recuerdos
escarbados por hormigas
La negra niña del ojo
se fijó a su negro corazón
para ordenar lo perdido
(Ediciones Arlequín, México)
Nuria Ruíz de Viñaspre (Logroño, España, 1969). “La imagen de mi madre con un libro entre las manos. Para mis ojos de niña esa escena cotidiana me inquietaba mucho y no dejaba de preguntarme ¿qué mundos habría dentro de esas páginas que mantenían a mi madre tan absorta? Me inicié así muy joven en la lectura de filósofos como Schopenhauer, Nietzsche, Unamuno, etc… hacía míos los libros ya leídos por mi madre y todos con sagaces anotaciones al margen, las cuales me arrancaban una incipiente sonrisa de admiración. Comencé muy joven leyendo a los clásicos, Ovidio, Catulo, Homero, Hesíodo, Propercio… mis manos eran caprichosas pero consecuentes. Cuando necesitaba leer a los clásicos, no salía de ese bucle, cuando precisé de la literatura medieval o cortés, de nuevo me introduje en esos mundos… los románticos también los he devorado y aún hoy lo hago. Leía también mucha novela. Hoy esas preferencias a la hora de leer se han visto modificadas, cuanto mayor eres más selectiva te vuelves, leo mucha filosofía (occidental y oriental), creo que esto se puede entrever en todos mis libros, y también ensayo. Hoy en día no leo casi narrativa, la verdad, leo poesía, ensayo y filosofía… que no dejan de ser narraciones reales.”
“Mi primera publicación fue a los 30 o 31 años, en 1999. Era un libro que encerraba toda esa adolescencia bajo el título El mar de los suicidas. Un vómito de aquellos años. A partir de ahí los libros fueron surgiendo y con ellos algunos premios (como el Premio de Poesía Ciudad de Tudela (Navarra), el Premio Racimo de Literatura, el Premio de Poesía César Simón con el libro La zanja o el Premio de poesía Nicolás del Hierro). Los años fueron pasando y me fui enamorando profundamente de las palabras, así publiqué cerca de 18 títulos de temáticas muy diversas. Por nombrarte algunos de la última etapa, El pez místico, Tablas de carnicero, La zanja, Todo se hará público, Capturaciones, etc.”
“Cada uno de mis libros es un todo, una unidad, no hay un libro que sea cajón desastre de poemas sueltos. Todos son volúmenes unitarios y nadan bajo una temática particular, un solo hilo une todo un poemario. Temas diversos, cotidianos o no, y con un lugar reservado al juego, como decía Charles Simic, nunca escribo, jugueteo. A veces son continuos los juegos de palabras con variaciones y derivaciones fonéticas. De hecho, algunos textos de La zanja resultan expresiones de poesía fónica. Reiteraciones y repeticiones (a veces, significativamente, con mucha presencia de números) se despliegan y se desarrollan constantemente en mis libros. Me gusta moverme libremente en la página, elijo la disposición del texto en esta sábana, como si mi pretensión de desborde de los marcos prefijados y de los lugares comunes sea el eje. Esa inquietud pienso que se corresponde con un ímpetu de indagación en el lenguaje. Como si quisiera devolver el orden caótico al falso orden normativo que ha impuesto el ser humano, tan encorsetado en la manera de pensar y de percibir la realidad y propusiera distintas formas de imaginar otras posibilidades de ruptura.”
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