Desde Oruro nos llega la poesía de Wilmer Siles, parte de los seleccionados de la invitación abierta que la revista lanzó hace unos meses
Solsticio de invierno
Carroza de fuego, solsticio de invierno,
bandas escolares recorriendo la plaza
noche larga que muerde
que duele
noche de papa desparramada en los cerros
y recipientes congelándose en los techos,
noche de fogatas ocultas en nuestras almas.
Aroma de calles viejas,
semáforos fallando
y quietas las hojas ante el frío
y los charcos cubiertos por gruesa escarcha.
Espectros desaparecen cuando los miras fijamente
del muro te invitan a una danza que no podrás rechazar,
las estrellas de azul, rojo, blanco y amarillo
te piden que no las dejes de mirar.
Salte de tu pedestal querubín para salir a jugar,
a molestar a las parejas que pasan,
a saludar a la estatua de Salvador,
Patiño toca la ventana para que se vayan a descansar
y salen duendes de los hornillos y los teatros,
mientras el diablo camina por las calles borracho,
abrigado, traicionado por las palabras
que creen que lo van a salvar de los osos polares
con cuchillo oxidados
que solo encuentran calor
incrustándolos en la carne de inocentes
que salieron a celebrar vísperas de San Juan.
Algo cálido para la lengua
algo cálido para que corran las lágrimas
pasiones descubiertas entre casetas de colegios
y luces enterradas en los ojos.
Siluetas de averno se evaporan a la entrada de las grutas,
roncos gallos cantan en la madrugada
traspasa tus penas a un algodón
oculta tus miedos bajo las rocas
cuéntame una historia para recibir al sol
para mantenerme despierto
para sentirme orureño.
El can-on de las pulgas
La perra ausencia
ha sabido picar
más que las pulgas
por haber nacido
rey de las calles
fugaz, errante
por haber lambido
las llagas de las manos
por haber sido pateado
a causa de mi apetito
por este habito mío
de recordarte
y atragantarme.
Tú mi primer
y último ch’aki.
Saboreo estos huesos
que te han conocido
saboreo las penas
en el vidrio
te ladro en los desfiles
y las marchas,
te orino en los mercados,
vomito tu rostro
en los parques
el placer mío de desprender
partes tuyas de mi cuerpo.
Esta noche
nuevamente habrá
una pelea callejera
en mi mente.
El corazón
otra vez ha vuelto a esa esquina
donde tus ojos
son inalcanzables
como gatos en los techos.
He vivido siempre
entre la mirada de las personas
que me juzgan
por babear los zapatos
con que me han pisado
o por perseguir
la piedra invisible
con que me descalabraron las metas
ahora apartan su ojos
ya no quieren ver a un perro
que fue atropellado
mientras vagaba por la carretera de sus sueños
que aún ladra
mientras sus entrañas visitaban
la ranura de varias llantas
pues el viaje ahí no terminaba.
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