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Lecturas (Re)descubiertas II: una de guerras, locuras y otras miserias

¡Cómanse la ropa! (El Cuervo), de Valentín Trujillo, salió de imprenta en marzo de 2020. ¿Se acuerdan?, justo cuando se desató el caos de la pandemia y se cerró el mundo. Mucha mala suerte que hizo que pasara desapercibida una notable novela que tiene uno de sus ejes en el Alto Perú.


Brandsen es un mercenario coronel francés que tras las guerras napoleónicas y muchas otras batallas en la vieja Europa, huye de la miseria y del olvido aceptando irse a Sudamérica a luchar por el bando de los sublevados contra la corona española.


Hay dos niveles claros en ¡Cómanse la ropa!, novela con la que el uruguayo Valentín Trujillo ganó en 2026 el Premio Onetti:


Lo intrínseco: es un  notable ensayo descriptivo de un “alma atormentada”. Brandsen es un desarraigado en todo nivel y, a la vez, un caso tipo de la devastación de la guerra en la consciencia de los que la luchan y padecen. Es adicto a estar movilizado, en campaña; a la caballería, a la adrenalina del combate y la inminencia de la muerte. Sabe que ya no puede vivir fuera de esta dinámica que lo copa tanto que no le deja espacio para lo que ve como imposible: vivir; asentarse, trabajar, amar, disfrutar de la normalidad.


Estaba muy débil y dormía sobre un camastro del que jamás se levantaba. Dormía y se despertaba en sucesivas horas, y de a poco entendió que ese sueño reiterado le hablaba a su mente enfermiza. (114) (…) ¿Cuántos fríos estaban condensados en ese frío? Fríos rusos, polacos, prusianos, fríos de Bohemia, las formas de la nieve en el Aconcagua, las ventiscas del sur de Chile, la nieve salina del Alto Perú, el frío de los páramos andinos. ¿Por qué había regresado al frío original? ¿Por qué deseaba volver a los otros? ¿Prefería vivir en el doblez? (117)


El contexto: el trasfondo poco romántico y políticamente incorrecto de las guerras independentistas americanas. Corrupción, miseria y precariedad en todas sus dimensiones: “héroes” y patriotas que se pasan al bando imperial de la noche a la mañana, o viceversa, según quien vaya ganando y/o pague mejor; alcaldes y pueblos que vivan y festejan a un ejército hoy y al enemigo mañana; espías y contraespías… en fin, fueran tantas décadas que la violencia se hizo modo de vida y se arraigó en la idiosincrasia.


En este punto, el autor hace especial hincapié en el poder del sexo como instrumento de guerra: la resignación con que mujeres y hasta niñas se entregan a las huestes; la impunidad de la violación y la determinancia de la suerte de turno en la cama de los generales, en su humor-decisiones-victorias-derrotas.


Las damas y señoritas paceñas con honor se trancaron bajo llave tras las gruesas puertas de las casas céntricas, pero las que no encontraron refugio quedaron al merced de la tropa. Jóvenes y viejas debieron soportar los cuerpos de los hombres, que cabalgaron hasta detenerse con espasmos entrecortados. Seguramente la noche engendró soldados para futuras guerras, las que sangraron el resto del siglo. (215)


Desde la mirada del francés –que al final de la primera parte fracasa en suicidarse, pero consolida así su deriva signada por las penumbras– no pocas veces delirante por la hambruna, las heridas y la mente quemada por tanto horror, se asiste a los años finales del dominio español: liberados ya el Río de La Plata y Lima, aún los godos dan batalla y retoman ciudades en su afán de revertir la emancipación. Es 1823 y la esperanza de consolidar la libertad del Alto Perú, lleva a unas tropas al mando de Andrés de Santa Cruz a una expedición que parte maldita: un naufragio en las costas de Ilo, merma al batallón a cargo de Brandsen. Una vez unificado el ejército, tras un recorrido por La Paz, Oruro y algunas provincias, no puede evitar la carnicería a manos del fuerte batallón realista.


Notable trabajo de Trujillo en investigación histórica, topográfica y del habla e idiosincrasia de indios, cholos y criollos. En todo momento queda claro, pero en este tipo de casos vale la pena remarcar, que las verdades históricas de contexto, la rigurosidad de fuentes, no quieren decir que la ficción no se imponga: es una novela, no un tratado historiográfico. Valga esta mención en especial para la siempre polémica estela del Mariscal de Zepita, héroe consumado, pero al que no se le quita un estigma de convenenciero y negado para las más mínimas facultados de mando.


“!Cómanse la ropa”, ordena Brandsen a su tropa tras largos días de caminar moribundas al borde de la desolada costa del Perú y el Alto Perú. Esta novela transmite bien el desasosiego de una época de formación; cuando la violencia campeó por siglos en nuestras sociedades, hasta desembarcar en esta suerte de meseta de estable mas no tranquilo subdesarrollo en que vivimos.

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