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Espacio urbano y dinámica étnica. La Paz en el siglo XIX

A raíz de su reciente lanzamiento en la FIL La Paz, compartimos la presentación que la autora incluyó en la edición de la BBB de este libro fundamental para entender las dinámicas de la urbe paceña de las primeras décadas republicanas.


Esta es la segunda edición, corregida, del libro publicado en 1990, que fue elegido entre los 200 libros de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. De ahí que en la revisión se haya preservado el contenido de la investigación que se realizó en 1990 como testigo de su propia época y de mi propia trayectoria. En otras palabras, no se ha añadido información actualizada, aunque en algunos casos se ha ampliado o complementado algunas partes con base únicamente en la información en fichas y notas que guardamos de aquella época. La gran diferencia entre el libro de 1990 y el libro de este año radica en su reordenamiento, y, sobre todo, en el cuidado que se ha tenido en la reactualización de sus mapas y en la introducción de láminas y fotografías, trabajo posibilitado por la tecnología y los recursos actuales.


La edición del libro de 1990 tenía cinco capítulos que han sido reducidos a cuatro. Se ha decidido, por un lado, iniciar el libro con el eje y centro de la investigación: los espacios y territorios indígenas en la ciudad de La Paz-Chuquiabo. Cuando realicé esta investigación, predominaba una mirada hacia la historia y “etnohistoria” del mundo indígena en las vastas regiones del área rural andina que se concentraba en periodos muy tempranos, de los siglos XV y XVI. Mi trabajo, en cambio, se focalizó en una ciudad y en el mundo indígena en el siglo XIX, lo que implicaba un quiebre en términos espaciales y cronológicos.


Ruptura espacial porque primaban, por entonces, investigaciones sobre estructuras y expresiones culturales prehispánicas que pervivieron al proceso de la conquista y la colonización, y en el otro extremo, investigaciones sociológicas y antropológicas sobre las comunidades rurales. El tema de mi libro de 1990, en cambio, eligió centrarse en una ciudad, La Paz. Las ciudades eran analizadas en ese entonces como expresiones de modernidad y como lugares de destino de las migraciones rurales que se veían como muy propias del siglo XX tardío. Ruptura cronológica, también, porque mi punto de partida fue considerar que las propias ciudades estaban atravesadas en su constitución por la presencia indígena que no solo debía ser vista como resultado de las recientes migraciones. De alguna manera, buscaba con mi trabajo ampliar la mirada “etnohistórica” hacia siglos mucho más recientes focalizándome en los cambios y transformaciones sin que ellos implicaran una desaparición de lo indígena. La cita del viajero Alcide d’Orbigny así como la presentación de 1990 remarcaron, precisamente, el carácter multifacético de La Paz en su cotidianidad. De ahí que señalamos como una de sus mayores expresiones y síntesis la presencia imponente de una de sus iglesias más significativas, la de San Francisco, y justo, en sus espaldas, la calle de “las brujas”.


Me parece fundamental precisar, también, que el término de comunidades-parroquias que se utiliza en el libro sintetiza la conceptualización planteada entonces, sobre la particularidad de la urbanización de una ciudad como La Paz. Y es que las jurisdicciones eclesiásticas organizaban los espacios urbanos en España y América desde el siglo XVI. Se imponía un orden alrededor de la plaza, centro del poder político y religioso, con sus instituciones y oficinas, y con la Iglesia central y Catedral. Simultáneamente, alrededor de estos núcleos, otras iglesias y parroquias se distribuían no solo el espacio sino también toda su feligresía.


Las parroquias de “indios” o las jurisdicciones eclesiásticas que se extendían sobre esa población tenían la peculiaridad de incluir los territorios y las estructuras organizativas de los ayllus distribuidos en un amplio espacio alrededor de todo el núcleo urbano español. Estas fueron las parroquias de San Pedro y Santiago de Chuquiabo, San Sebastián y Santa Bárbara. La importancia de su población y su posicionamiento permiten entender tanto su participación en el gobierno autónomo que se buscó en 1809 como en el segundo cerco a la ciudad en 1811.


Ese trasfondo y contexto que tiene la urbanización paceña, compartida en mayor o menor medida por otras ciudades andinas, permite acercarse, en un segundo capítulo, a las distintas actividades económicas desarrolladas en la ciudad en sus conexiones con su entorno local, regional y global, pero también con su particular conformación y estructuración social. Una sociedad marcada por las diferencias, pero también por la presencia indígena y su peculiar fuerza que se plasmaba, por ejemplo, en las diversas expresiones festivas en la vida citadina.


El tercer capítulo de esta edición reúne dos capítulos que en el libro original estaban separados: por un lado, la presencia y evolución de la población indígena de las comunidades y, por otro lado, el de las haciendas y propiedades entre 1792 y 1897. Ambos procesos estuvieron articulados en la medida en que las tierras se fueron reduciendo tanto frente al crecimiento urbano como frente a la formación de diversas propiedades desde las haciendas, con mano de obra yanacona, hasta las que se fueron fragmentando dando lugar a quintas, casas quintas y propiedades individuales semiurbanas. Este proceso muestra la gran diferenciación en el acceso a la tierra en la medida en que las grandes haciendas conformarían, ya en la segunda mitad del siglo XX, los barrios residenciales más importantes de la llamada “zona sur”.


El cuarto y último capítulo se centra en el crecimiento y, fundamentalmente, en “el orden” y la representación que suscitó la ciudad en el censo de 1877, análisis que se ha complementado, en esta edición del 2023, con los censos de 1881 y 1909. Ellos nos han permitido analizar cómo se imaginaba a la población, su adscripción y encajonamiento en categorías jerárquicas de “razas”, una división presente en la época tanto en Bolivia como en otras partes del mundo. Particular importancia se ha dado a cómo se pensaron las actividades y ocupaciones y cómo estas eran, a su vez, parte de una estructura jerárquica y desigual de género y “raza” que se sostiene fue simultáneamente una división económica y social.


En esta edición se ha puesto mucho énfasis en la parte visual. Por un lado, espacio y territorios han sido centrales en este trabajo y la tecnología ha permitido no solo mejorar sustancialmente los mapas que se habían incluido en 1990 sino también presentar otros nuevos incluyendo fotografías históricas y láminas.


Espacio urbano y dinámica étnica se refiere, en varios lugares del texto, al carácter mestizo de la ciudad y a la importancia de los grupos denominados mestizos. Es pertinente remarcar que los cambios económicos, sociales y culturales en determinados grupos, como los indígenas, se interpretaban y captaban con el término de mestizaje. Es importante precisar, sin embargo, de manera enfática, como lo hicimos a lo largo del trabajo, que “mestizos” y “mestizas” correspondían históricamente a los grupos urbano populares de origen indígena que hoy se identificarían de múltiples maneras: como aymara urbanos, como grupos emergentes e incluso como burguesías andinas.

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