Con 20 años de trayectoria, 20 obras creadas y más de 3.500 funciones en Bolivia y otros países latinoamericanos, Elwaky sigue su sendero, a veces solitario, como referente en el arte de los títeres. De su trabajo y fundamentos, de vicisitudes y vocaciones, de llevar “tu elenco en tu maleta” y de procesos creativos, conversan con La Trini Grober y Alexia Loredo, la mitad de una familia –que completan Carmen y Bayardo– dedicada por completo a darle un lugar alto entre las artes al retablo. Presentamos la primera parte de la entrevista.
- ¿Cuál es la filosofía del grupo?
- G.L. Yo creo que tiene que ver con una misión que la hemos marcado el primer día: recuperar los títeres, potenciarlos, difundirlos, pero en beneficio de la sociedad, no tanto como un elenco que brilla por sí mismo y para lograr objetivos propios, sino para la sociedad. Y eso tiene que ver con que, como familia, cuando nuestros hijos eran chicos, no teníamos dónde llevarlos. No había cosas adecuadas para su edad, hicimos muchos esfuerzos, inventamos cosas y cuando tomamos la decisión como familia de hacerlo dijimos: “este es un buen camino, alguien tiene que dejar huella con esto”.
Y tiene que ver también con nuestro pasado. Cuando éramos jóvenes militantes sociales en las laderas de La Paz, habíamos hecho teatro, títeres, música, y cuando tomamos la decisión de volver a esto, se implicaron nuestras convicciones sociales, políticas: “algo tiene que suceder en este país” y entre otras varias cosas, estaba lo de revolucionar el arte.
- A.L. Yo añadiría que cada miembro del grupo tiene un camino previo o posterior al grupo. Ahora las decisiones se toman colectivamente, la aprobación de quienes van a estar involucrados, lo que vamos a manifestar políticamente, las maneras en que lo vamos a hacer, los recursos son totalmente transparentes en su manejo, cosa que no pasa en todas las familias ni en todas las organizaciones. Intentamos hacer lo que decimos, intentamos mantener una coherencia, que en todos los ámbitos haya una cierta concordancia.
- ¿Cómo es el proceso creativo de cada obra?
- A.L. Muchas veces tenemos algunos temas rondándonos, que necesitamos abordar. Entonces buscamos argumentos extraídos de cuentos, o que puedan modificarse según nuestro contexto y empieza a haber un bosquejo de personajes, de escultura que es la parte gráfica, que la hace Bayardo, y también hacemos bosquejos de guion intentando generar el argumento, la secuencia de las acciones, lo que queremos decir.
Luego hay un momento de empezar a juntar ambas cosas en escena, de hacer improvisaciones sobre el argumento, con títeres que pueden ser prototipos. En cierto punto dejamos el guion, por ejemplo, en mis manos, para que afine los diálogos, para que transcriba las improvisaciones que hayan salido bien, dejamos en manos de Bayo la construcción de las caras y cabezas, Carmen se encarga de los vestuarios, Grober está en la producción general, coordinando todo.
- En un elenco de teatro muchas veces hay “estrellas”, ¿ustedes tienen algún personaje recurrente?, ¿alguno que se mantenga en el tiempo?
- A.L. Cachito sería nuestro personaje más antiguo. La primera obra que sacamos se llamaba Cachito, el solitario, y es un personaje pícaro, un niño que dice cosas chistosas, al que le acompañan en su crecimiento diferentes seres. Eso quedó. Debe haber seis versiones de Cachito. Y la Abuela, que sería su contraparte que es una mujer más sabia, igual pícara. En general, la picardía es parte del lenguaje de los títeres: sacar el lado cómico de las cosas. Y estos dos son los más antiguos y son como las estrellas, los mandamos a la tele a dar entrevistas, los manejan Carmen y Bayo, ellos son nuestros titiriteros estrellas, los que dan la cara por el trabajo.
- ¿Cómo ha sido la experiencia de llevar su trabajo a la televisión?
G.L. Creo que ha sido un golpe de innovación. Primero, teníamos que empezar a pensar en lenguaje cinematográfico, entonces hay transiciones, varias cositas que uno tiene que ir aprendiendo. La segunda parte es que los muñecos que habitualmente usamos para las presentaciones en vivo no eran adecuados para televisión, por lo menos los títeres de guante, que son casi nuestra especialidad; había que adaptar y usar títeres “bocones” que son más expresivos. La cámara está más cerca del muñeco, un muñeco que no se mueve es casi una máscara. La tercera innovación es el trabajo de los propios titereros en el set de filmación, con posturas que habitualmente no usamos: generalmente el titiritero busca su posición más cómoda, que le permita moverse, hacer todo lo que se requiere en el retablo; en la televisión hay que forzar movimientos para que aparezca el títere y no el cuerpo del titiritero. Y lo cuarto, que creo que es lo más fuerte, es que nos dimos cuenta que, para hacer títeres para la pantalla, el equipo es una partecita de una mayor producción: iluminación, cámaras, sonido, edición, son cosas que estaban más allá de nuestro alcance.
Estimamos que hemos hecho unas 3.500 funciones en estos 20 años y calculamos que medio millón de espectadores nos han visto. Entrar a la pantalla, ya sea para redes o para televisión es otro desafío que nos permite llegar donde jamás llegaremos, ya sea dentro de las fronteras o fuera del país, y eso se replica, hay una onda de comunicación, sentimos que a partir de esta incursión hay una mayor expectativa por los títeres.
- A.L. Ha sido un proceso de prueba y error. El lenguaje te exige otras cosas, entonces dijimos: “hagamos como los clásicos, estudiémoslos”, porque existe gente con mucha experiencia, más que en la técnica, en el ritmo, en la profundidad de sus temas. Lo que queremos es marcar un techo de calidad, y hay producciones de otros colegas que están apareciendo con mayor calidad y eso es como un consuelo, que haya un nivel de exigencia alto porque necesitamos que la gente se tome en serio a los títeres. (Continuará…)
Comments