Hoy se presenta en la Fundación Patiño de Cochabamba el nuevo libro de poemas de Norah Zapata-Prill, quien visita al país por una temporada. Del libro, editado por la nueva e interesantísima editorial Letreo, compartimos el prólogo escrito por la poeta Vilma Tapia Anaya
Con Eclipses la poeta Norah Zapata-Prill se interna en un lugar de la experiencia desde el que pocos han dicho en primera persona. Sabemos que su poesía atiende intensidades de la experiencia concreta, evidente, tanto personal como colectiva; cuerpos, paisajes, encuentros, fenómenos, es decir, manifestaciones en las que lo insondable de lo humano y del mundo es indagado en el poema.
Pues aquí se interna en una zona diferente, Eclipses trae al lenguaje lo aparecido y develado en la experiencia liminal: en la vivencia del cuerpo malherido, en la sospecha de muerte, en los episodios de dolor y temor extremos y en los sueños, es decir, en la vasta complejidad que define una situación de clínica. Para que este libro fuera posible, hubo una experiencia absolutamente singular que, ahora lo vemos, dio lugar a claros y visiones:
La vía láctea me tiene en trance
rompe mis espejos
sus disfraces
Hecha migajas
busco darle sentido a esta rasgadura de la luz de mi yo herido
Trances que nos son develados, pues la experiencia personal y única llevada al lugar del lenguaje, ofrecida en la escritura, deviene experiencia inclusiva, abierta, conceptual. Es una posibilidad para el conocimiento de lo humano.
La palabra eclipse devino del griego ékleipsis, que quiere decir “desaparición”, “deserción”, y, también, de ekléipo: “yo abandono”. En la antigua astronomía se llamó eclíptica a esa línea de movimiento en que se producían los eclipses. Hoy se sabe que aun los eclipses totales de sol dejan ver un halo de su luz y que algunos de los espectaculares eclipses lunares tiñen de cobre la luna. No se da la desaparición absoluta, nada deserta. En esas líneas de movimiento abisal de luz y oscuridad, entre lo destellante y lo oculto se conforma la vida. Algo de lo que no vemos está ahí.
La vida se constituye en experiencia en tanto produce lenguaje. Las vivencias íntimas son experiencia para uno mismo cuando aparecen en el lenguaje, no necesariamente escrito, pues el cúmulo de explicaciones, rememoraciones, creencias, fantasías nos las decimos con palabras. En este sentido, podría ser cierto que el mundo y los fenómenos de alguna manera se manifiestan para quienes se rinden a las palabras, para quienes están atentos a lo que las palabras traen, pues ellos son los que, como dijo Heidegger, incesantemente se exponen a preguntar.
Se ha reconocido antes que esta poética tiene su médula en la intensidad vivida correspondientemente con las búsquedas cardinales y con los compromisos de la poeta. Espacios, tiempos, solidaridades, pasiones y compasiones son resguardados e iluminados en su escritura. Para Norah Zapata-Prill, uno de los lugares privilegiados de la experiencia es el cuerpo. El cuerpo, lugar primero, sustrato del estar vivos. En esta poética es el cuerpo el que atraviesa las zonas de experiencia en el sentido de la trashumancia: de una estación a otra, de un estado a otro, ocupando la propia piel, pero también la de los otros, los prójimos, no olvidemos esa magnífica propuesta ética y estética que es Mare Nostrum (2022), “como si cada cuerpo se escondiera en otro…”.
Foucault dijo que la mirada clínica reduce al ser doliente a través de una acción nominalista, lo que el doliente vive debe ser y es reducido a un nombre, pues la forma en la que se compone al ser doliente es lingüística, descriptiva y nominativa. En Eclipses la experiencia de clínica se expande y libera porque la doliente es quien produce el acontecimiento, poetiza, inventa una vía crucis y también una resurrección. Pues desde un lugar de precariedad, lo que logra Norah Zapata-Prill es reconfigurar el sentido y el alma de la experiencia, indaga en su misterio, en su metafísica.
Desde lo establecido por Walter Benjamin, ya no es posible pensar el concepto de experiencia sin recurrir a él. En Sobre el programa de la filosofía futura afirmó que para elaborar un concepto de experiencia que sea consistente es necesario observar el fundamento de la unidad tanto como la continuidad de las experiencias metafísicas. Pues esta disposición es la que daría sustancia al concepto supremo de conocimiento. Para Benjamin, todo conocimiento tiene su expresión en el lenguaje. Y es cuando el lenguaje alcanza regiones supremas, en la liminalidad de la experiencia, que se elabora conocimiento. Experiencia, unidad y continuidad son para él elementos imprescindibles del conocimiento. La continuidad ha de lograrse retrotrayendo los límites, accediendo a lo que está más allá.
¿Y qué es lo que nos conduce, al leer los poemas de Eclipses, a la pregunta por el conocimiento? ¿Conocimiento de qué? Pienso que la experiencia aquí retenida en la poesía se constituye en una nueva, gran pregunta, sobre la experiencia misma, es decir, sobre la vida experimentada en su unidad y continuidad, en la vigilia y en el sueño, en sus honduras y trascendencias. Es el poema el lugar donde Norah Zapata-Prill se enfrenta con un absoluto.
El espacio metafísico de la experiencia que Benjamin consideraba posible en el pensamiento religioso se abre en los poemas de Eclipses, con ellos podemos seguir la transición de la vivencia corporal, sintomática, dolorosa, hacia lo trascendente. Así el conocimiento radical, al que se refiere Benjamin, se produce en la enunciación de la fe religiosa en el poema:
Protégeme
señor
mi fe te invoca
La sobreviviente de todas mis vejeces
mi infancia
te
invoca.
En el continuum de intensidades que define la obra poética de Norah Zapata-Prill, los poemas de Eclipses nos develan un conocimiento producido en una precipitación, en un alud: peligrosas y amenazantes vivencias limítrofes sucesivas. No obstante, siendo todavía temporales, en un sustrato corporal, al devenir palabra, aliento, poesía, conjuran la muerte y se constituyen en experiencia superior, que es la que supone cierto entendimiento de lo esencial mostrándose como declaración, enunciación, confesión. Lo visualizado en estos poemas es metafísica, pues han percibido algo excepcional de la completitud que es la experiencia, es decir, la existencia. Por el modo en el que el poema tuvo lugar, es posible preguntarse una vez más por el sentido de lo humano. En la contemplación de esa línea eclíptica descrita en este libro puedo decir de estos poemas que tienen un carácter religioso. Aparecieron como una resplandeciente novedad en el cuerpo de la poesía de Norah Zapata-Prill.
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