Un análisis de la obra dirigida por Samadi Valcárcel Rodas que se repondrá próximamente y que aborda el tema de las masculinidades en el contexto del discurso patriótico boliviano
En Bolivia consideramos que “hacer patria” es realizar los desfiles, entonar fuerte el himno nacional y prepararnos cada marzo para reclamar el mar. Estamos convencidos de que recuperar el mar es la única forma de ser una nación grande, y que para eso necesitamos hombres “de verdad” que puedan hacer el reclamo de manera valiente. Al menos, de eso nos han convencido.
Pacífico es una obra que representa de forma muy interesante esta primera idea. ¿Cómo es que se arma y desarma la masculinidad en Bolivia? Esta obra muestra su propia perspectiva en tres grandes niveles: el diálogo, el monólogo y el audiovisual.
En escena tenemos dos actores que, a lo largo de la obra, van representando esta idea de la masculinidad: los mitos, los imaginarios, la homofobia dentro de esta. Estos hombres realizan ciertos juegos, siempre mientras se desborda una reflexión sobre la pérdida del mar y la Guerra del Pacífico y cómo esto afectó a la crianza de los bolivianos, pero enfatizando en la masculinidad. Ya sea con juegos con muñequitos y la famosa anécdota del “que se rinda su abuela, carajo”, con guerritas con chisguetes o haciendo navegar barquitos de papel, siempre se menciona qué significó esta pérdida y cuál fue su rol en nuestra forma de ver nuestra historia (personal y nacional); no obstante, siempre termina siendo un juego.
Los personajes se divierten, se enojan, sufren, sin embargo, también piensan en cuál es su función como hombres en esta sociedad, si realmente es el soldado macho machote quien salvará a la patria. Lo más interesante en esta obra son, justamente, los diálogos, el juego y las ideas que surgen a partir de estos.
De cuando en cuando los personajes hacen un monólogo sobre aquella vez que se les ha cuestionado su masculinidad (como si fuera un momento de iniciación). En un caso, un personaje habla de la vez en que le revisaron todo en el Ejército, en el momento de inscribirse en la premilitar. Esta es una experiencia obligatoria en Bolivia, y, según el monólogo del personaje interpretado por Jorge Barrón es, justamente, uno de los momentos en que más vulnerable se puede sentir un joven. Me imagino que se trata de eso, de empequeñecer a un adolescente para moldearlo con el fin de “hacer patria”. El otro monólogo importante es el del personaje interpretado por Darío Torres, que habla de la primera vez en que le dijeron “maricón”. Para la sociedad boliviana y otras sociedades conservadoras, ser maricón es ser poco hombre, y esto se traduce en cómo acercarse a otros hombres (y no necesariamente en una relación romántica, sino de amistad o admiración), expresar cualquier sentimiento, o alejarse de cualquier comportamiento aprobado por el resto de los hombres. Estos monólogos son lo que une todos los segmentos de la obra.
Finalmente, quiero comentar el uso de la luz y el audiovisual. El trabajo de Teatro Feroz y Samadi Valcárcel se enfoca mucho en el audiovisual y, en mi opinión, en un audiovisual bien aplicado. En el teatro muchas veces se recurre al audiovisual como una cuestión simplemente estética, porque “se ve bien” y se da una impresión de una obra altamente producida. En cambio, en el caso de Pacífico y otras obras previas dirigidas por Samadi Valcárcel, el audiovisual es un personaje más, es el complemento clave para terminar de contar la historia. En Pacífico, el uso de video nos revela que la historia de estos dos soldados es la historia de muchos otros. El uso de audiovisual y el uso de la luz ayuda a entender que el juego es necesario para comprender los cuerpos que se están reformulando y redefiniendo en una sociedad conservadora. El audiovisual nos da a entender que el cuerpo militar no sirve para hacer patria y reivindicarse, sino que sirve para rematar esa patria ya rota, sirve para tener que caminar con el testamento bajo el brazo.
El subtítulo de esta obra es “La metamorfosis de un cuerpo soldado a un cuerpo minado”, y, creo que es muy acertado. El cuerpo soldado es parte de la masculinidad mítica que abunda en países como Bolivia. Un cuerpo minado implica muchas cosas, pero propongo una lectura de un cuerpo sensible, y que la explosión que pueda ocurrir sea de redescubrimiento, un estallido de resignificación de nuestros imaginarios.
“¿Cómo es que se arma y desarma la masculinidad en Bolivia?”.
Fotografías: Jherel Chuquimia
Ficha técnica:
Idea original, dramaturgia, dirección: Samadi Valcárcel Rodas
Asesoramiento dramatúrgico y asistencia de dirección: Katherine Bustillos Vila
Actuación: Jorge Barrón y Darío Torres Urquidi
Diseño, edición de video y mapping: Israel Alberto
Diseño y operación de luces: José Benjamín Salinas Vega Pereyra
Diseño de sonido y música original: Nebai Ríos Miranda
Escenografía: Freddy Maidana
Vestuario: Lita Rodas
Diseño gráfico: Adiba Rojas
Próximas funciones: sábado 13 de agosto a las 19.00 y domingo 14 de agosto a las 17.00 en Casa Cultural Compa Trono (calle Cultura, Plan 50 A, Ciudad Satélite, El Alto).
Comments