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martín zelaya

Cuando vivamos en el día después

Este texto se detiene en algunas de las ideas que despierta la lectura de Área protegida, la novela de Edmundo Paz Soldán que se presentará esta noche en la Feria del Libro de La Paz.


“El apocalipsis ya ocurrió, solo que no nos dimos cuenta.

Vivimos el día después”.

El Profe

 

El Profe lo deja todo. Quema naves y se va en busca de su destino: alertar a la humanidad de que tiene los días contados. En poco tiempo crea y gobierna la Comunidad.


Apenas despierta en la mañana celeste, el aura de la noche a cuestas, quema su carnet de identidad y su pasaporte. No existen las fronteras ni los países. (18)


Rilma tiene sueños y presagios y eso le basta para lanzarse de adivina. Tras vagar por el país leyendo el futuro, con mucha más pena que gloria, cae en el Área Protegida y en poco tiempo se vuelve brazo derecho del Profe.


Hortensia y su hija Darlin viven en el parque abandonado, cuartel de la Comunidad. La madre cobra liderazgo entres los Diecisiete, una secta que cree en los Ovnis y que termina subsumida y perseguida. La hija, amante de los pájaros, sobrevive, escapa y encuentra muy pronto su sino.


En la Amazonia boliviana del futuro cercano campea la minería invasiva, las oenegés ecologistas crean hologramas y animales de laboratorio para reemplazar a los extintos, que cada vez son más, y la gente recurre a sectas apocalípticas y ufólogas para llenar el vacío y contrarrestar el desasosiego.


Alviri, dirigente ambientalista, un día decide dejar, decepcionado, vencido: poco a poco se resigna a que no se puede hacer nada.


La lección es difícil: aceptar que es tarde para el cambio. Una parte de su ser se resiste: se convicción de que las cosas pueden cambiar para bien a través de la implicación personal y colectiva es tal vez incurable. (111)


Este es un panorama general de Área protegida (Nuevo Milenio, 2024). Es una novela sobre personajes: sus historias de vida hacen un todo en la dinámica con el entorno crítico: la joven que logra descifrar el idioma de las aves; la tecladista de un grupo de cumbia que halla la muerte por azar, solo por estar cerca del activista perseguido; el joven ladronzuelo que queda medio loco por las torturas de la Casa del Ataúd… por mencionar solo algunos de los personajes secundarios.


Es también una novela sobre la violencia: política, social, pero sobre todo individual; el ímpetu e instinto llevados al extremo: ¿cómo reaccionaremos todos cuando solo se trate de sobrevivir en el día a día? Y es, ciertamente, una novela con mucho contenido político: mirar alrededor, salir a la calle, interactuar, en el mundo actual más que en cualquier otro momento de la historia, conlleva asumir una actitud política. Cuando esto no ocurre, la apatía es, de pronto, una señal más política aún.


Pero no se trata de un proyecto nuevo del autor cochabambino, ni mucho menos. En Los diarios de la peste (Nuevo Milenio, 2017), Edmundo Paz Soldán propone una honda reflexión sobre la fe y la religión, sobre su rol capital en el desarrollo histórico de la humanidad: la involución en la evolución. En Iris (Alfaguara, 2014) reflexiona, desde un plano ficcional, en lo que podría depararnos un futuro lejano, cuando la hipertecnologización y la despersonalización desemboquen en una realidad en la que tanto la tradición, la cultura, como la religión, la ideología, los valores y hasta los instintivos lazos de relacionamiento sentimental y social, queden en el olvido.


En Área protegida, retoma la ficción especulativa para centrarse en un futuro ya casi a la vuelta de la esquina, al borde del abismo, que ya intuimos, que ya casi vivimos, pero que aún nos negamos a asumir.


Ya no puede volver a ese instante antes del descubrimiento del nuevo estado de cosas (…) cree que hay otro lugar reservado a los humanos, y que uno debe construir una utopía en este mundo para prepararse a vivir en el futuro en ese otro lugar. (121-122)


¿Qué pasará cuando el clima cambie de verdad de un día a otro y los desastres sean la normalidad? Cuando las disputas por espacio, recursos naturales y poder naturalicen la violencia y el crimen. Cuando el poder político pierda al fin las máscaras y se sirva abierta y despóticamente de la gente y de la Madre Tierra.


Como en las mencionadas obras precedentes, Edmundo sigue planteando a la religión, sobre todo a la espiritualidad y las supersticiones como el bálsamo al que la gente recurre, porque el temor y la desesperanza, sabido es, enceguecen y se rinden ante las promesas mesiánicas, por más disparatadas que sean.


Pero quizás la relación más directa es con la inmediata antecesora, La mirada de las plantas (Nuevo Milenio, 2022), donde se ve cómo el dominio total sobre naturaleza y tecnología, en vez de propiciar la omnipotencia, bien pueden ser el gatillador de la decadencia que, paradójicamente, hace ya mucho se cierne sobre la sociedad: ¿será que recién cuando el hombre quede solo frente a sí mismo (cerebro, memoria, pasado, identidad) se dará cuenta de que su (auto)destrucción es ya irreversible?


Área protegida es libro que habla de política y violencia, decíamos. De las utopías que nos prometen y que creemos. De los sueños e ideales que militamos y muchas veces dejamos, decepcionados. De la terrible certeza de que el hombre cambió el clima, cambió su hábitat, cambió su entorno, cambió –para mal, se entiende– todo lo que tocó… pero el hombre, no cambiará jamás en su tozuda pequeñez.


No entiendo. Decidimos ser parte de esta comunidad porque queríamos estar lejos de todo. Decir no a la sociedad. A la economía. A la medicina. Seriamos autosustentables, carajo. Cazaríamos nuestro alimento, nos sanaríamos con nuestros recursos. Pero no, comenzaron las excepciones. Una llevó a la otra, y a otra… (174)


El “cambio” terminará de llegar algún día tras el declive lento pero irremisible que ya vivimos. Y las dudas se tornarán en negación y violencia. La sociedad de lo inminente está a la vuelta de la esquina.

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