Una entrevista con la escritora mexicana, a propósito del reciente lanzamiento de su novela Furia por la editorial boliviana Dum Dum.
“Furia es una magistral exposición de talento y control absoluto de la palabra. Clyo Mendoza, poeta antes que narradora, como queda claro en sus páginas, parece haber vivido dos o más vidas en sus 29 años; las suficientes para leer, sentir y experimentar todo lo que pone en bocas, bagajes y suertes de sus personajes”.
Hace poco más de medio año expresaba con estas palabras –también en este espacio de La Trini– el asombro que muy pocos libros y autores dejan.
“La propuesta narrativa de Clyo Mendoza es de tal magnitud –dije en esa reseña, y perdonen la repetida paráfrasis autorreferencial– que, a la hora de plantearme una síntesis de Furia (…) constato una vez más que “hay libros que no se pueden contar o resumir, pero que llaman a leer y releer y recomendar a rabiar. Este es uno de ellos”.
La primera novela de la autora mexicana arrasó en México, España y Argentina, donde se publicó en Almadía y Sigilo, y el buen ojo de Liliana Colanzi y Edmundo Paz Soldán la trae ahora a Bolivia de la mano de Dum Dum.
Vía WhatsApp y textos adjuntos, conversamos con Clyo Mendoza pocos días antes del lanzamiento de Furia (Dum Dum, 2023) en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz.
La primera respuesta es contundente en su revelación y connotaciones. “Traté de imitar el mundo de mi infancia”, señala, escueta, cuando le invitamos a compartir cómo halló la voz, el tono, de donde deviene el tan singular estilo para contar Furia. Veamos una muestra y seguimos con la charla.
Qué hace usted dormida aquí, preguntó el mercader.
Estaba pasando por ahí con su carreta y estrenaba una mula nueva, blanca, que llevaba el carro. Trató de levantar a Cástula pero estaba endurecida de frío, así que hizo al lado de ella una fogata. Cuando despertó, él le dijo: madrecita, mire nomás a dónde se vino a echar, este no es un buen lugar para una mujer preñada. Luego le extendió un pedazo de carne seca. Sabe más rica cuando la cuece el humo, le dijo descolgando de encima de las llamas un pedazo para él. Sabe usted, madre, yo a veces me imagino que el alma es como un fantasma atrapado en el interior de esta máquina. El mercader se pellizcaba el cuero del brazo y lo estiraba. Esta máquina, dijo, una máquina muy complicada, ¿verdad?
- Escribes poesía y parte de esta puede ser definida como poesía narrativa o prosa poética. ¿Hallas una relación entre tu impronta como poeta y el trabajo de lenguaje de tu primera novela?
- Sí, totalmente. La poesía es mi gran maestra y creo que es el género más difícil de elegir, si es que uno puede elegirla a ella y no al revés. No solo por todo lo que requiere en cuanto al lenguaje, sino porque es un género muy precarizado.
Yo necesitaba contar algo y contarlo más claro, el relato desplazó mi voluntad y cambió el formato por sí mismo, sin que yo me opusiera, hacia la narrativa. Pero todo el poder de la purga: transformar lo horrible para poder contarlo, y todo el poder evocativo de Furia, vienen de la poesía.
- A uno le da la impresión de que tan logrado estilo es fruto de un trabajo puntilloso, detenido, sistemático, pero también se intuye cierta espontaneidad. Háblanos de tu proceso creativo, métodos, costumbres a la hora de escribir.
- Creo que la disciplina siempre es un poco maníaca, puntillosa, durante momentos del proceso creativo. Yo hice cientos de versiones del libro. Hice fórmulas. Me obsesioné, básicamente. Luego me fui más por el sentido azaroso, en el que se presentan “las señales” y gracias a ellas los caminos de los personajes se sienten mucho más claros.
Quizás lo difícil es justo lo de renunciar a la voluntad en esa parte del proceso, darte cuenta de que lo que estás queriendo contar tomará su propio poder y te dejará fuera, que no eres la única que orquesta la historia. Ahí empiezan las coincidencias de la vida con la literatura; de mi propia vida, en mi caso personal. Y es el momento en el que los lugares por los que pasas y las personas que te encuentras van dejando de sí en lo que escribes y el libro, y la vida misma, empiezan a tener sentido.
- ¿Hasta qué punto puedes ligar el México histórico y actual –el visible y el velado– con el desierto y con todo el microcosmos que diseñas; con lo onírico e irreal incrustados en la cotidianidad?
- Seguro que hay mucho de la realidad en lo que hago, eso es inevitable para todas las personas que crean, algo de lo "real" se cuela siempre. Quizás por eso mi libro intenta también cuestionar qué consideramos realidad y qué consideramos historia, qué cosa es microcosmos y qué cosa macrocosmos y cómo terminan, de una manera u otra, siendo lo mismo. Y todas ellas son el Yo, y todo está tejido. No por nada Vicente vende hilos.
- Sergio Pitol dijo algo así como que “uno es la suma de los libros que leyó…”. Creo que en Furia es evidente algo del universo de Rulfo, pero, por otro lado, quién en el mundo de la literatura en español no le debe a Juan Rulfo. Y dando un gran salto, también me vienen algunas relaciones con Desierto sonoro, de Luiselli, para no hablar de 2666 de Bolaño. Qué nos puedes comentar al respecto.
- Debo aceptar que no he leído ni Desierto sonoro ni 2666. A Rulfo lo consumí muchísimo como fotógrafo y de niña sus libros me hicieron sentir acompañada cuando estaba sola, así que siempre le tendré un cariño infinito. Me parece que era un escritor de verdad. Aspiro a ser eso.
La literatura que ingerí mientras escribía Furia era otra cosa. Leí a Hans Bellmer (indignada), leí a Unica Zürn, a Michaux. Leí muchas novelas gráficas y vi muchísimo cine. Creo que digerir los libros toma tiempo y probablemente yo en Furia seguía digiriendo los libros que leí de chica y sobre todo el mundo al que se referían.
- Sigamos con tus lecturas: las de cabecera, a las que vuelves siempre, las más recientes; los intereses específicos… ¿Lees mucho mientras escribes, lees algo ligado o totalmente diferente a tu trabajo?
- Leo mucho y de manera un poco desordenada cuando escribo, todos los libros que creo que me van a dar una respuesta. Supongo que cada libro tiene sus libros, para Furia leí mucho sobre consciencia humana, leí mucho sobre vidas de gente que consideraban enloquecida, desde Nijinsky hasta Artaud; los leí mucho a ellos. Unica Zürn fue un eje fundamental y creo que no se trasluce tanto su influencia, pero sí la historia de su vida y de su mente.
- El amor y la muerte son ejes indudables de Furia, pero también me surgen otras ideas o conceptos que, creo, trascienden las páginas de la novela: deseo, violencia, transgresión y corporeidad.
- Seguro que lo son. Seguro que amor y muerte son ejes de la vida de todas las personas y por tanto de la narrativa humana. No estoy exenta. El resto, son subtemas, nacen de lo mismo.
- En los últimos años coincide en el panorama editorial hispanoamericano la publicación de varias novelas con características de lo fantástico, sobrenatural, gótico, terror, etc. ¿Qué puedes reflexionar al respecto?
- Creo que el contexto social y político de Latinoamérica tiene mucho que ver en nuestras escrituras, porque ha tenido todo que ver en cómo han sido nuestras vidas.
- ¿Qué sensaciones te deja publicar en Bolivia?
- Me emociona muchísimo, me emociona muchísimo la idea de saber cómo se recibirá Furia por allá. La realidad de una como autora se diversifica con las opiniones de sus lectores también, se empieza a ver el libro como una pieza cuyos efectos no puede controlar, una pieza que va más allá de una misma.
- Qué te dice “Bolivia”: algo de su pasado o presente, quizás, su cultura, literatura… lo que conozcas o a lo que te interese acercarte.
- Siento que Bolivia es parecida al México de las montañas. Lo que más me interesa es, por supuesto, acercarme a la gente.
Fotos: Cyrus Korn/Riomar McCartney
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