Un diálogo con la escritora peruana que esta noche presentará su libro Yo maté un perro en Rumanía (Dum Dum, 2024) en la FIL paceña.
Sumida en la depresión y la desidia, una latina profesora de idiomas en Noruega decide salir de su encierro (baja médica a plan de Clonazepam) y acepta acompañar a su amigo exalumno que debe resolver unos asuntos en su Rumanía natal.
En una larga y rocambolesca aventura (visos de road movie y crónica etnoantropológica del aún provinciano país del este europeo) la protagonista de Yo maté un perro en Rumanía (Dum Dum, 2024) de Claudia Ulloa Donoso, atraviesa por fases de paz, resurgimiento, miedo y rabia… y, finalmente, en medio de la burbuja de la extranjería y los barbitúricos, su cuerpo y mente reaccionan con la mudez intempestiva que, no obstante, no le impiden percibir y hacerse entender incluso mejor que antes.
Cuando lo racional y cognitivo no pueden más, despiertan los más primitivos instintos, las capacidades atávicas subconscientes, desconocidas. Es una novela de cierre y cambio de ciclo. O simplemente de cierre y punto final, como lo percibe ella ya al inicio, al decidir lanzarse en la incierta aventura.
- El tema eje del libro es la depresión. La protagonista vive dependiente de pastillas y hace mucho no tiene una vida normal. ¿Qué te motivó a explorar sobre esta enfermedad? Es evidente que te documentaste, que investigaste mucho sobre este problema, ¿cómo lo encaraste en el proceso creativo?
- Yo pasé por una depresión durante un periodo de mi vida. Digamos que, como paciente, ya tenía bastante información de primera mano. Más que documentarme, creo que me presté atención a mí misma y a lo que me rodeaba. Recuerdo que en una reunión de amigos salió como tema de conversación —de forma muy natural— los medicamentos que cada uno tomaba. Eran analgésicos, antidepresivos y calmantes. Ninguno había cumplido aún 40 años. Los que teníamos medicamentos en común hablábamos sobre lo bien o lo mal que nos habían sentado.
Con el tiempo, esa charla se volvió un recuerdo muy marcado y persistente que me llevaba a pensar “estamos todos adoloridos, angustiados y deprimidos”. No fui consciente de estar tratando un tema tan grande y delicado como lo es la salud mental, sino hasta el momento en que la novela se presentó en Madrid. La presentadora y amiga, Gabriela Wiener, me preguntó sobre el tema. Cuando dijo la frase “salud mental” sentí que me había metido en algo muy grande y que conllevaba tener mucha responsabilidad como autora, más allá de la ficción.
- ¿Leíste Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh? ¿Hallas algunos paralelos entre las protagonistas de esta y de tu novela? No son la depresión o las afecciones emocionales, mentales, precisamente, temas recurrentes en la literatura en español.
- Sí. Lo leí cuando mi novela ya estaba publicada y encontré muchas similitudes. La protagonista en la novela de Moshfegh parece también estar completamente conforme con su estado, pero ella lo toma con humor. La amiga, Reva, podría bien ser un Ovidiu. Me pareció una novela extraordinaria y admiro ese humor que sale dentro de una situación tan compleja.
Yo creería que la depresión y las afecciones mentales sí aparecen en la literatura escrita en español con bastante frecuencia, pero son abordadas desde otro punto de vista. Además, hay un gran espectro de condiciones o afecciones. Puede que los personajes de una historia no se estén medicando, pero se puede entender que están deprimidos o enfermos, neuróticos y hasta al borde de la locura. Se me viene a la mente un cuento de Juan Rulfo, “Macario”, donde la voz que narra pareciera ser la de un personaje que padece algún trastorno mental. Muchos de los protagonistas de los cuentos de Ribeyro (uno de mis autores de cabecera) están deprimidos o envueltos en una melancolía constante. Si pienso en la literatura actual, se ha escrito sobre la maternidad y lo que significa padecer una depresión posparto. También el horror es un tema recurrente y creo que cuando se escribe sobre el horror se aborda, de alguna manera, una enfermedad (física o mental).
- Otro eje de la novela es la migración, este sí un tema altamente explorado en la narrativa. ¿Cómo lo encaraste tú como migrante, y a la hora de tratar el fenómeno desde diferentes dimensiones?: una latina en un país nórdico; un rumano migrante dentro de Europa; las mujeres de países como Rumanía que son migrantes “de segunda” en su propio continente.
- Yo tengo un proceso de escritura bastante intuitivo y espontáneo. No me planteo un tema específico antes de empezar una historia. Y aunque parezca una obviedad, no siempre soy capaz de distinguir los temas que abordo, aun cuando la historia ya está terminada. Muchas veces esto lo descubre el lector, la mirada de un tercero.
Creo que traté el tema de la migración de la misma forma como escribí sobre la depresión: desde mi experiencia. Mientras escribía esta novela no pensaba “este es un texto sobre migración, o sobre tal o cual cosa”. Para mí esta novela siempre se trató de un viaje, del duelo, de las relaciones humanas y, sobre todo, del lenguaje.
- Definitivamente hay una conexión entre migración y depresión, la fuerte presión y trauma que representa el desarraigo.
- Exacto. De eso estuve siempre consciente. De cómo no solo se extrañan a las personas o los lugares, sino también a las palabras con las que nos formamos o que nos dieron forma. Ese echar de menos, la falta, la angustia de no estar o de estar en un vaivén de pertenecer y no pertenecer, son sentimientos que se asumen y se aprenden a vivir con ellos. Se vive con una constante carencia.
Intenté también escribir sobre cómo es vivir en un idioma (en mi caso, llevo una vida en noruego) y tener una voz interior que piensa y siente en otra lengua y de lo que significa el poder expresarse (o no) en su propio idioma en un país extranjero. Me interesaba explorar las maneras y procesos de cómo se establecen las relaciones desde distintos lenguajes, de cómo se forja una identidad o de cómo somos percibidos a partir de nuestras palabras.
También quise escribir sobre el silencio. Me tomó un poco más de cinco años escribir esta novela. Durante ese tiempo sucedió la pandemia. Yo recuerdo ese silencio extraño que había durante el confinamiento.
- La mudez repentina que atraviesa la protagonista es un trauma o shock, pero a la vez esto hace florecer otras capacidades o instintos atávicos subconscientes…- Sí, es un trauma que ella acepta con toda naturalidad sin alarmarse y creo que esta es es una de las maneras de cómo las personas afrontamos el trauma o el shock en ese preciso momento en que estalla. Y es ahí cuando aparecen los mecanismos de supervivencia, conscientes o no. Creo que todos tendríamos una reacción distinta ante una noticia traumática.
Siempre recuerdo lo que contaba una amiga sobre la muerte de su abuelo. Cuando la madre de mi amiga recibió la noticia de la muerte de su padre, una de las hijas empezó a limpiar la sala y reorganizar los muebles mientras las otras lloraban. Una tuvo un ataque de rabia hacia esa hermana que empezó a limpiar y ordenar pues le pareció totalmente inapropiado. La hermana explicó que había que tener todo listo para cuando llegara el ataúd y la gente a dar el pésame.
- ¿Coincides en que, además, es una novela de cierre y cambio de ciclo? Ella decide lanzarse en la incierta aventura, tal vez en un desesperado intento de salir del pozo.- Sí. Tanto ella como Ovidiu cambian a lo largo de la historia. Ella se lanza a ese viaje con una aparente apatía, como si le diera igual todo y con la única motivación de querer comprar más pastillas. Sin embargo, alista una maleta con cuidado, nace una curiosidad por saber más sobre la vida de su amigo, se imagina lo que podría suceder en el viaje y fantasea sobre el amor. En todas esas acciones ya hay matices de fe, de una voluntad o un deseo que implica movimiento o cambio. El primer paso hacia algo que si bien no se sabe si será la cura definitiva o la redención; se sabe, que por lo menos, es salir de un estado que no nos lleva a nada o que nos hace daño.
- También exploras el tema de la muerte, desde el personaje de Ovidiu; las diferentes concepciones culturales, los rituales y posturas idiosincráticas ante la muerte.- Sí. La muerte siempre ha sido un tema recurrente en lo que escribo y en esta novela trato también lo que implica el rito funerario. Pero creo que siembre he abordado la muerte desde una fascinación por la vida con todas sus luces y sombres; y por la angustia de que esa vida, algún día, va a tener un final.
- ¿Cuál es tu expectativa de visitar Bolivia? ¿Qué acercamiento y experiencias tienes con la literatura boliviana?
- Estoy muy contenta y emocionada; tengo muchas ganas de visitar Bolivia. En general no tengo muchas expectativas, pero es mi manera de recibir o abrazar cualquier experiencia nueva: procuro tomarla tal como se presenta.
He leído y disfrutado de los relatos de Gabriel Mamani, Magela Baudoin y Liliana Colanzi. Quizás aquí sí podría decir que tengo una expectativa clara con mi visita: espero poder intercambiar ideas con mis compañeros escritoras y escritores de Bolivia y también con los lectores. Además, me gustaría conocer y acercarme, de manera más extensa, a la literatura de este país.
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