Una lista comentada de películas nacionales que valen la pena ver y volver a ver. Arrancamos, con el séptimo arte, la serie de “notas balance” con las que La Trini hará el cambio de gestión.
El 2022 fue un año inédito para el cine boliviano por la cantidad de reconocimientos internacionales que obtuvieron un grupo no menor –para el contexto boliviano– de largometrajes de ficción producidos o filmados desde 2019, aproximadamente –en muchos casos, casi en paralelo a los conflictos sociales y políticos que Bolivia atravesó hace tres años, o durante la pandemia de COVID-19.
Este éxito internacional no ha sido acompañado, en la mayoría de los casos, por buenos resultados en la cartelera comercial local. Por otro lado, la precariedad de la institucionalidad del cine y el audiovisual en el país contrasta con este momento internacional y, sin duda, este adquiere un rostro al menos paradójico frente a la inexistencia de fondos de fomento y la aún pendiente reglamentación de la Ley del Cine.
A continuación, comparto un repaso por algunas producciones audiovisuales bolivianas –en distintos géneros y metrajes, películas más o menos visibles en el panorama–, estrenadas en el país durante los últimos 12 meses. Este no es un ranking de “lo mejor de”, sino un conjunto de textos sobre algunas de las películas bolivianas recientes (estrenadas en Bolivia o fuera del país en 2022) que volvería a ver y, tal vez, ustedes también.
El visitante (Martín Boulocq, 2022)
Cuarto largometraje del realizador cochabambino Martín Boulocq. Un hombre (Enrique Aráoz) sale de la cárcel y lo que vemos es el devenir de un mundo que lo moldea y excluye a la vez. La relación padre-hija, padre-suegros, sujeto emprendedor con un modelo de negocios versus otro modelo, más complejo, en el que la fe religiosa se conjuga con los afectos que articulan a una comunidad, pero también con la manipulación y la muerte, configuran una historia compleja que no se juega por mirar a sus protagonistas –sus afectos, triunfos o fracasos– esgrimiendo un juicio moral, sino por construirlos a partir de una representación de sus afectos.
El visitante es una tragicomedia en la que el desencuentro o el fracaso no caen en la vereda del melodrama. Lo que conmueve es otra cosa. La potente puesta en escena para las secuencias de canto lírico del protagonista, o la mesura y sugerencia en las secuencias que muestran prácticas religiosas colectivas en la iglesia evangélica o en espacios abiertos, articula con originalidad la solemnidad con el humor, la sonrisa con la compasión. Esto no es solo producto del guion, sino de un conjunto de decisiones vinculadas con la puesta en escena, particularmente la relación entre el cuerpo del protagonista y el espacio, el manejo de la luz, los escenarios y el arte.
El visitante sorprende porque se conduce por esos misteriosos caminos que, al amparo y desamparo del Señor, entretejen la luz y la sombra sin dejar cabida al triunfo de ninguna. La mirada de Boulocq hacia el fenómeno de las iglesias evangélicas teje una imagen que no deja por fuera las variables de clase, herida colonial y capitalismo en la Bolivia contemporánea (conflicto de 2019 de por medio), apostando por una perspectiva liminal y conflictuada con la que el mecanismo narrativo o conceptual de la redención resolutiva no funciona. El filme ganó premios a mejor guion en el Festival de Tribeca (Estados Unidos) y el Festival de Lima (Perú), entre otros reconocimientos.
El disco de piedra (Geraldine Ovando, 2022)
“La memoria, como el barro, son duros mientras permanecen inmóviles, pero son frágiles cuando se los toca”. El largometraje documental dirigido por Geraldine Ovando teje una historia de desarchivo familiar con una práctica y un objeto indígenas de memoria y fe, propios del pueblo de San Lucas, al suroeste de Chuquisaca. Para Ovando, la vida de su abuela Enriqueta de la Quintana y de su familia, oriundas de San Lucas, se presenta como un paisaje difuso, en el que las piezas de un pasado desconocido encierran identidad, dolor, nostalgia y deseo de reparación. Como un disco de piedra, una forma de escritura ancestral que en su confección articula la celebración, la espiritualidad y la destrucción, el documental escribe una historia a partir de las imágenes de la memoria rota, en una suerte de invocación (por la voz en off y los diálogos entre la directora y su abuela, principalmente) que reconstruya el pasado para encender otro porvenir.
El recorrido que hace el documental y las imágenes que lo constituyen (las del viaje de retorno de la abuela a San Lucas y de entrevistas con la familia, las del archivo íntimo Ovando-De la Quintana, familia dedicada a la producción audiovisual de la que es parte la directora) son, sin duda, problemáticas y la directora no rehúye las desestabilizaciones que surgen cuando se miran con detenimiento las relaciones entre Enriqueta, su madre y abuela, y entre Geraldine, la abuela y la trabajadora del hogar de la familia. Y en este recorrido, es una imagen que encuentra la familia la que quiebra el pasado: una fotografía de la bisabuela Severa vistiendo pollera. Esta es una película sobre las complejas articulaciones maternales al interior de una matriz familiar concreta, pero que habla en clave metafórica y metonímica sobre la historia y las dinámicas colectivas de discriminación, racismo, movilidad social e identidades indígenas en Bolivia.
Senkata, memoria de una masacre (Juan Carlos Mamani, Franks Bautista, Alexandro Sarsuri, 2022)
“A mi hijo universitario, que era tan inocente, lo has matado, militar”. Estas son las palabras de David Zenteno Calle, padre de Milton David Zenteno, una de las 10 personas asesinadas el 19 de noviembre de 2019 en Senkata, El Alto. El documental Senkata, memoria de una masacre hace una detallada y cuidada reconstrucción de los hechos de uno de los episodios más dolorosos de la crisis social y política de fines de 2019 en Bolivia. La película da cuenta de una larga y minuciosa investigación, a través de varias entrevistas a las familias de las víctimas y un notable montaje de imágenes del archivo de la convulsión social que el país vivió luego de las elecciones anuladas del 20 de octubre, la renuncia de Evo Morales y en los primeros días del gobierno transitorio de Jeanine Añez.
Pienso que no son los hechos que constituyen al golpe de Estado, articulados en una narrativa para refrendar una visión partidista y alimentar la polarización aun viva, aquellos que interesan a los documentalistas. Esta es una película que busca la reparación para las víctimas, que luego de tres años de movilizaciones, recursos judiciales e investigaciones, aun no tienen justicia. El documental tuvo una reciente presentación el 3 de diciembre en el IX Festival de Cine Radical, a la que antecedieron algunas proyecciones en la segunda mitad del 2022. Es una película importante, un documental logrado y conmovedor que es urgente ver y volver a ver no solo para comprender lo que nos ha roto, sino para amplificar la demanda de justicia para las víctimas de Senkata y la necesidad de reconocer y sancionar a los responsables.
El Gran Movimiento (Kiro Russo, 2021)
Esta no es una película sobre La Paz. La ciudad no aparece como temática ni tampoco como un espacio donde unos personajes desarrollan acciones y una historia tiene lugar. La película es una experiencia del espacio urbano a través del cine, un vehículo de expresión y una forma de representación que transforma lo que mira y es transformado por la mirada de eso que mira. En esta experiencia cinematográfica, La Paz no demanda tanto una historia, como una manera de imaginarla, un estilo para caminar, respirar, mirar la ciudad y atender, contender con sus formas. En la película de Kiro Russo, este estilo dialoga con la transficción, entendida no como un nuevo género o categoría, sino como una metodología que desdibuja los límites entre documental y ficción, cuestionando la ética que domina al cine. El director ha usado este término en algunas entrevistas y presentaciones y creo que es muy útil para comprender el proyecto cinematográfico detrás de la película finalizada.
En El Gran Movimiento se combinan modalidades y estrategias de registro y representación audiovisual, que están articuladas con las formas y los cuerpos que hacen parte de las imágenes, con sus historias. La película está protagonizada por Elder Mamani –quien también es personaje principal del primer largometraje de Kiro Russo, Viejo Calavera (2016)– y tiene como punto de partida diegético (en la ficción) y efectivo (en la realidad) un suceso concreto de su vida reciente: su llegada a La Paz en 2019, en una masiva marcha de mineros que demandaban al gobierno fuentes de trabajo. El Gran Movimiento se estrenó en 2021 en la Mostra de Venecia, histórico festival en el que obtuvo el premio del jurado de la sección Horizontes. Hasta estas últimas semanas, El Gran Movimiento ha seguido ganando premios internacionales, llegando a sumar alrededor de 40 –varios para la fotografía, realizada por Pablo Paniagua.
Siempre vivas (Emma Rada, 2022)
En septiembre de 2022 se estrenó el documental Siempre vivas, una película del colectivo Peripatetics dirigida por Emma Rada y producida por Ana Cossio, comunicadoras y activistas feministas. Es un proyecto realizado con el apoyo del Fondo de Mujeres Bolivia Apthapi Jopueti. Las primeras presentaciones públicas se realizaron en la calle, en lugares cercanos a las casas de las familias de víctimas de infanticidio y feminicidio que coprotagonizan el documental: la Plaza Triangular de Miraflores y la Plaza del Bicentenario, junto al atrio de la UMSA, en pleno centro de La Paz.
Esta segunda proyección fue muy particular y, en un texto publicado en la página Muy Waso, la directora de la película reflexiona sobre la importancia de la toma del espacio público para problematizar los códigos sociales que sostienen la impunidad y alimentan la indignación. Siempre Vivas es una propuesta creativa desde el activismo que busca honrar la memoria de víctimas de feminicidio e infanticidio, reconstruyendo sus historias a través del testimonio de sus familiares y presentando la búsqueda de la comunidad de mujeres Pankaritas del viento, quienes a través de la música ancestral y el acompañamiento a las familias de víctimas de violencia de género, imaginan otra forma de reparación y justicia. Organizado en cuatro partes, privilegiando el testimonio y poniendo en cámara el acompañamiento real a las familias de dos mujeres y un niño asesinados que constituye el germen de la realización del proyecto, el documental da cuenta de la potencia del tejido afectivo de comunidades y articulaciones feministas para demandar justicia, creer y cambiarlo todo.
Utama (Alejandro Loayza, 2022)
Utama es una película que cautiva al público por la historia que cuenta y sus componentes: un encuentro y desencuentro generacional, la mirada a las prácticas tradicionales y a la situación actual de una comunidad en el altiplano boliviano, la experiencia de la migración y todos los afectos que se juegan en ella, vista desde la perspectiva de un joven que vuelve temporalmente a la casa de sus abuelos en el campo.
La pregunta por la identidad y por el otro es, ciertamente, una de las preocupaciones más insistentes en el cine boliviano, y que vuelve a aparecer en Utama, pero con otro rostro. Aunque la precariedad de la vida en esta comunidad (Santiago de Chuvica, al oeste del departamento de Potosí) y la historia del hijo de la pareja de ancianos (quien –se sugiere– habría decidido migrar de su pueblo y desligarse de su cultura hace décadas) son líneas narrativas de la película, la más relevante es la que protagoniza el nieto Clever (Santos Choque), quien decide volver, ayudar a sus abuelos y vivir/ver de cerca aquello que también determina su identidad. Este retorno es problemático, en tanto no termina de dar cabida a un encuentro o diálogo llano, sobre todo entre el abuelo Virginio (José Calcina) y Clever.
La película fue estrenada en enero de 2022 en el Festival de Sundance, en el que ganó el gran premio del jurado de la sección internacional. Desde ese momento, ha obtenido más de 40 premios internacionales. Su estreno comercial en Bolivia tuvo buena respuesta del público. El filme de Loayza compite en la categoría de mejor película iberoamericana de los 37º Premios Goya de España, que se celebrarán el 11 de febrero de 2023.
Cerro Saturno (Miguel Hilari, 2022)
Este cortometraje propone una exploración del espacio y el paisaje del campo y la ciudad andinas a través del ritmo, el movimiento y la textura. Estos elementos aparecen y se articulan de diversas maneras en cada uno de los planos fijos de la pieza: es la geometría de construcciones al interior del plano o de los planos en sí, o el movimiento y el sonido del viento que modifica el paisaje y da cuenta del paso del tiempo, o los volúmenes de los cuerpos y su repetición, o las transformaciones de la luz y los contrastes en blanco y negro, gestos que se congregan en la mirada casi hipnotizada e hipnótica que comparte la película. Una luna llena enorme, como un botón de luz o un agujero que revela las capas de la imagen, abre paso a una serie de planos de rostros de perfil, con barbijos, cuerpos en autos detenidos que esperan, duermen, miran la lluvia. Habitantes de este espacio, trazadores de aquellas geometrías y secuencias que intervienen el espacio natural, estos cuerpos atraviesan, abandonan y vuelven una y otra vez a esa ciudad que se contempla desde el cerro saturnino que sostiene a la cámara en el plano final.
Cerro Saturno fue presentado en varios festivales, entre ellos Visions du Réel (Suiza), el Festival de Cine de Valdivia (Chile) y el Radical de La Paz. Fue comisionado por el colectivo Cousin y realizado con el apoyo de Cinereach Ltd. (Estados Unidos).
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