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alejandro gonzález romero

Bitácora de una bitácora

El músico, escritor e ilustrador Alejandro Pacho González, nos envía, desde Sucre, una reseña de Bitácora del Quilombo, disco-libro del cantautor paceño Sergio Antezana, que se presentó en la Feria del Libro el 2 de agosto. El álbum trae nuevas composiciones y el libro contiene un poemario y una serie de crónicas sobre música y teatro. Este es uno de los proyectos beneficiarios de la II Convocatoria de Fomento a la Productividad Cultural y la Creación Artística 2024


Hace unas semanas dejé sobre la mesa grande del comedor un libro que me había llegado fresquito desde La Paz. Lo había dejado ahí a la vista, para caer sobre él algún rato libre que tardó un poco más de lo que hubiera querido en darse. La cosa es que, a los días, al buscarlo donde juraba haberlo dejado, no lo hallé y entonces, culpando a mi naturaleza distraída, tuve que ir por la casa intentando encontrarlo en algún otro lugar: el cuarto, la biblioteca, la cocina, la mesita central de la sala, pero sin éxito.


Finalmente acudí a mi madre para indagar su paradero. Entré a su habitación y le dije “estoy buscando un libro que me mandó un amigo”, entonces ella hizo a un lado unos papeles de su velador y levantó el objeto buscado, “¿quién es este Sergio Antezana?”, preguntó, pero antes que me sentara a recordarle los pormenores de la época en que conocí al cantautor, acotó “me gusta como escribe” y me devolvió el libro que ella ya había terminado de leer.


Bien, la génesis de esta “bitácora del quilombo”, es en realidad el disco que está en ella, donde el autor decidió incluir composiciones que tenía guardadas y que, a decir suyo, parecía que no encajaban en el estilo de lo que había hecho hasta ahora.


Según relata, al ver cómo se iban juntando estas canciones, se percató enseguida de ese airecito a recuento de los últimos años vividos que tenía ese compilado de temas. Entonces, identificada esa esencia fundamental, dio pronto con otros materiales compatibles que se sumarían bien a este proyecto de registrar ese discurrir cronológico específico. Como el caso del poemario (también incluido salpicándolo todo) que de una sentada había escrito en aproximadamente un mes en 2017, pero nunca había salido a la luz. O los varios textos publicados en diferentes espacios literarios, suplementos culturales y otros, de revistas y diarios de distintas latitudes del país que también formarían parte para ofrecer mayor perspectiva de ese tiempo que sería plasmado finalmente en este pasmoso tutifruti, de relatos, crónicas, poesía y música.


Las crónicas de Sergio, las que aparecen en este libro y las que no, si bien hablan de los hechos relevantes vividos por el autor, no se dirigen (como suele suceder) a hacer hincapié en los pormenores del evento, encuentro o escena a relatarse, sino más bien en las emociones profundas que juegan dentro suyo en esos mágicos momentos; las mismas que son exteriorizadas con suficiente claridad y sinceridad para permitir que la gente que comparte afinidad por esos personajes protagonistas (o no, indistintamente) logren su identificación con esa emocionalidad vertida en el papel más que con el acto mismo que la detonó.


Es posible percibir en esta faceta del libro (una de varias), una especie de invitación a la interactividad, a no quedarse sólo en el rol pasivo de la lectura sino de empaparse de los datos técnicos, históricos y anecdóticos que nos presenta Antezana con gran simplicidad y complicidad, de indagar con más calma en los pormenores y detalles detonados por esos textos y emociones ya contagiadas aprovechando las facilidades tecnológicas actuales para dejarse acompañar por ejemplo con los guiños de playlist en QR que tienen la mayoría de esas crónicas.


En lo que se refiere a la poesía, desparramada hábilmente por todo el libro (como todo el resto de partes), el autor nos confesó las inseguridades y ansiedad que lo asaltaron al incluirla en esta propuesta impresa y cómo finalmente se fueron desvaneciendo ante la retroalimentación positiva recibida por autores y gente más relacionada a esa disciplina.


A diferencia de la música o la crónica que tienen parámetros un poco más objetivos y técnicos para dejar en evidencia si más o menos se sabe o no lo que se hace, explica Sergio, la poesía es excesivamente más subjetiva y eso causa mucha incertidumbre. Esto, ya a nuestro parecer, convierte su inclusión en el riesgo quizás más grande (pero acertado), que se tomó en este viaje tan bien pilotado.


Antezana, el poeta, es un personaje nuevo a nivel formal, pero, aunque no se hizo ver ni en las redes sociales hasta ahora, muchos, seguro los advertíamos susurrando entre los textos y melodías desde siempre, quizás de closet tantos años, disfrazado de comentario agudo, sensible o acongojante en algún otro lado de la amplia labor literaria que viene desarrollando Sergio.


Un trabajo como estos merecía acompañarse con una dinámica casi frenética en el diseño. Como de libro musical de revisión de discos tipo Rolling Stone, con todas las imágenes tiradas por ahí, comenta Antezana, así que se sentó con Franz Fox, que siempre encara el diseño para sus proyectos y en una tarde identificaron posibilidades visuales para cada partecita. Para esto, había fotos junto a algunos de los artistas mencionados en las crónicas, había tapas de disco, recortes, ilustraciones, imágenes varias y hasta tiempo de analizar las tipografías más pertinentes para esas composiciones gráficas que de alguna manera amalgamarían todo lo que se fue vertiendo en letras y sonidos.


Cuando mi madre me devolvía el libro luego de leerlo, no pudo evitar preguntarme por el dispositivo USB que va guardado de forma tan ingeniosa en el calado inferior de las páginas “no lo sé aun, es un disco, me parece”, dije, pues en verdad no me había dado tiempo para curiosear como era debido en esta propuesta.


Así que comencé por ahí en realidad, como coincidiendo sin querer con el big bang que había dado inicio al movimiento de todo este universo, cuando en realidad sólo quería indagar primero y cómodamente, sobre la faceta suya que más conocía: la musical.


Ahí no encontré solo el disco parte del libro sino la discografía completa de Sergio Antezana, los seis discos incluido el que ahora captaba mi interés “Bitácora del quilombo”. Cuando le pregunté por la decisión del USB, su explicación fue lógica y sencilla afirmando que muchos dispositivos y aparatos de reproducción musical ya ni cuentan con un lector de CD y me recordó que, en su disco anterior: Botella al Mar (2020), ya había optado por ese formato pegando muy acertadamente a nivel conceptual, el dispositivo de almacenamiento a un corcho que tapaba una coqueta botellita transparente.


Aunque él mismo advierte que cada vez menos artistas invierten tiempo y esfuerzo en realizar discos completos y prefieren ir lanzando sencillos de tiempo en tiempo de acuerdo a la aceptación que van teniendo, el cantautor ofrece en este material, diez canciones de su autoría grabadas en los estudios El hombre alado, entre finales de 2022 y principios del 2024, ya que aunque todo en general había sido terminado a fines del 2023, era importante tomarse un poco más de tiempo para incluir varios detalles finales y arreglos valiosos, como las tonadas nortepotosinas interpretadas con voces de primera que se sumaron maravillosamente en “pájaro de malagüero” o las milluchadas de don Mario en “es”.


De esta forma, con un resultado mayor a la sumatoria de sus partes, es que finalmente en Bitácora del quilombo, se puede apreciar una labor completa, un trabajo realizado con una minuciosidad y cariño que como lector/espectador y oyente se agradecen. El objeto en cuestión, es pues un viaje sobre un poliedro artístico de facetas bien definidas y equilibradas; más que una antología, más que un disco, más que un poemario; un dado sin cargar, divertido, entregado sin preocupación al caos, dando tumbos, sincero exhibiendo sus diversas, profundas y entretenidas caras libres de cualquier pretensión o máscara.


 

Ficha Técnica

Grabación, producción musical y mezcla: Álvaro Gaviota

Voz y guitarras: Sergio Antezana

Batería: Benjo Chambi

Bajo: José Miguel Calderón

Teclados: Marco Flores

Coros: Julia Peredo y Patricia Pareja

Sikus: Jimbo Illanes

Trompeta: Rudy García

Cantantes invitados: David Portillo, Petrus Silón (Oz), Gringuex Terán (Hate), Nayra Rosenda (Norte Potosí).



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